Paysandú, Martes 08 de Febrero de 2011
Opinion | 04 Feb Uno de cada cinco jóvenes de entre 18 y 24 años no trabaja, pese a que el desempleo volvió a bajar y ahora es del 5,4%. Históricamente bajo. Peor todavía, tampoco estudian. Así lo revela la Encuesta Continua de Hogares 2009, del Instituto Nacional de Estadísticas (INE).
Entre las causas podrían listarse el desinterés por el estudio, la falta de orientación vocacional, la falta de una necesidad urgente de financiar la propia supervivencia, el apego al ocio y problemas en la inserción laboral (el clásico “joven y con experiencia” que piden muchos empleadores). A medida que aumenta la edad de los jóvenes, la proporción que se mantiene en el sistema educativo es menor y mayor la de quienes acceden al mercado laboral, aunque el porcentaje de quienes no hacen ni una cosa ni la otra sigue incambiado. Esto, claramente, reduce alumnos en los niveles universitarios, lo que se sentirá en la economía y la estructura social en los años por venir.
Por otra parte, las mujeres jóvenes integran el segmento mayor entre quienes ni estudian ni trabajan, especialmente porque tienen hijos o forman parejas. Una de cada 10 mujeres de 18 años tiene hijos, cuando la proporción hombres es de menos de dos cada 100.
Ahora bien, conocidos estos resultados, claramente, lo que importa es mirar a la generación que hoy está en la escuela, para que no repita estas cifras, para que haga del estudio una elección natural hasta obtener una capacitación completa. Y a los jóvenes que hoy viven en situación de “ni” luchar denodadamente para reinsertarlos.
Seguramente en pos de ese objetivo van las autoridades de la enseñanza desde hace mucho tiempo, pero claramente es necesario redoblar el esfuerzo. Porque más que enseñar hay que educar desde los primeros años el apego al sistema educativo. Quienes no tienen educación apropiada quedan en buena medida relegados o directamente fuera del sistema económico. Combatir la pobreza, la marginación y la marginalidad pasa por una sólida educación desde la base.
Es en la educación donde debe hacerse trinchera para impulsar a los más pequeños, de modo que cuando lleguen a adultos jóvenes cuenten con las herramientas para transitar por la vida con seguridad. Sabiendo que la capacitación es la base para una buena inserción laboral. Y que el trabajo hace crecer a las personas y a la sociedad toda.
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