Paysandú, Jueves 10 de Febrero de 2011
Locales | 04 Feb El pasado 23 de enero cumplió 78 años, aunque aseguró que festeja su cumpleaños por partida doble. Oriundo de Agraciada, departamento de Soriano, Walter Humberto Martínez fue inscripto en el Juzgado cinco meses después de haber nacido, por lo que en los papeles es habitante de este país a partir del 2 de junio de 1933.
Es el mayor de ocho hermanos y a los 17 años viajó hasta la localidad de Arroyo Malo en el departamento de Paysandú a entregar un tractor a un productor de la zona. Tanto lo sedujo el lugar que en cuanto tuvo la oportunidad se vino a vivir definitivamente.
“Yo en Agraciada tenía trabajo y hacía de todo un poco. Arranqué de muy jovencito a trabajar de peón, porque en mi familia éramos pobres, muy pobres, y como antes no existían ni siquiera las asignaciones familiares y la escuela me quedaba como a 10 kilómetros, apenas pude concurrir hasta tercer año. Pasaron cuatro años desde la vez que fui a entregar el tractor en aquel establecimiento de la zona de Quebracho. Yo me hice amigo de uno de los hermanos Morales que tenían comercio en la zona. Era gente que se dedicaba a la chacra y al tambo, y fue él quien me trajo tras efectuar una sociedad con su hermano. Cuando vine tenía 21 años recién cumplidos y trabajé como peón; fue el 28 de febrero de 1954”. Como cualquier muchacho con objetivos, llegó con una valija, un par de mudas de ropa y 200 pesos de la época que había alcanzado a ahorrar. “Fue el único capital que traje. De ahí en más la vida fue bastante dura, marcada con el sacrificio, con mucho trabajo. Definitivamente eran otros tiempos. Ni peores ni mejores, diferentes a los de ahora”. Si bien no añora en demasía las épocas vividas, a los muchachos de hoy les dice que estamos viviendo tiempos de oro. “Me podrán decir mil cosas, pero ahora la gente vive la vida y antes en la campaña se vivía como los peludos. Sin acceso a muchas cosas, como los servicios en el transporte, el agua y la energía eléctrica. Cuando me instalé en Arroyo Malo trabajé dos años como tractorero, plantaba una parcela de campo y con lo que generaba pude ahorrar unos pesos”.
Su conducta, capacidad de ahorro y entrega al trabajo, le dio la oportunidad de abrir un pequeño taller mecánico. El gran movimiento de la Colonia le permitió atender toda la maquinaria agrícola que en ese entonces trabajaba en la zona. “En cada fracción había una familia, llegué a atender las máquinas de los productores de Arroyo Malo, Guaviyú y Ros de Oger. Recuerdo que le atendía un tractor a un vecino al que no le cobraba y él me permitía tener unos cultivos en un terreno de su propiedad. A mí me gustaba mucho la agricultura y así me fui haciendo de a poco. Formé familia en dos oportunidades, de las cuales tengo cinco hijos y soy abuelo de cuatro nietos”. Al momento de hacer un balance entre el pasado y el presente, don Martínez no dudó en decir que hoy se vive mejor, porque asegura que actualmente se tiene todo al alcance de la mano. Aunque admite que por la tecnología hemos perdido ciertos valores y códigos de convivencia.
“Seguramente que antes teníamos más compañerismo porque no había mucha cosa para hacer y la gente no andaba tan acelerada. Por ejemplo Arroyo Malo está a 23 kilómetros de Quebracho y no resultaba fácil viajar, y ahora las posibilidades han cambiado mucho, porque el que no tiene auto tiene moto y los caminos han mejorado considerablemente si tenemos en cuenta que antes eran senderos. Y para todo aquel que dice que antes la plata alcanzaba era porque no había en qué gastar el dinero, dijo que no había tentaciones por obtener cosas como ahora. Fíjese que yo recién pude comprar una bicicleta usada a los dos años de haber llegado al lugar. Los entretenimientos se concentraban básicamente en jugar un casín, alguna carrera de caballos, el fútbol de los domingos y una quermés en la escuela, la que se hacía en horas del día porque no había luz artificial y así fueron pasando los años”.
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