Opinion | 07 Feb Los problemas de fertilidad afectan a entre 15% y 18% de la población uruguaya en edad reproductiva, según informó el diputado nacionalista Luis Lacalle Pou a El País. Sabido es que las técnicas contra la infertilidad son costosas, sean de baja o alta complejidad, haciéndose inaccesibles para parte de la población que padece esta dificultad.
Lacalle Pou, conocedor del tema pues en 2004 su esposa tuvo mellizos nacidos de embriones congelados, presentó un proyecto de ley que considera a la infertilidad como una enfermedad y la incluye entre las prestaciones de asistencia obligatoria que deben ofrecer todas las entidades públicas y privadas incluidas en el Sistema Nacional Integrado de Salud. La iniciativa incluye “la cobertura de estudios de diagnóstico de la infertilidad y/o esterilidad, el tratamiento y otros estudios requeridos, material descartable, procedimientos terapéuticos de Reproducción Humana Asistida de alta y baja complejidad, así como posibles complicaciones y medicación”.
De hecho, la Organización Mundial de la Salud y el Comité Internacional para la Supervisión de las Técnicas de Reproducción Asistida clasificaron la infertilidad y la esterilidad como una enfermedad en el sistema reproductivo, que provoca la incapacidad de concebir o llevar a término un embarazo. La exposición de motivos del proyecto explica que Uruguay “no se encuentra alineado con las definiciones de la OMS, lo que implica que su estudio, diagnóstico y tratamiento no se encuentren dentro de las prestaciones obligatorias que deben brindar” los centros de salud.
Un tercio de quienes tienen problemas de infertilidad solucionan su situación con técnicas de baja complejidad, como la inseminación artificial. Otras parejas deben optar por tratamientos más complejos, como la fertilización in vitro. Unas 500 parejas uruguayas se someten a este tratamiento por año.
Sin lugar a duda, hablamos de una enfermedad reversible en la mayoría de los casos, por lo que es importante para quienes la padecen tener a su alcance la cobertura médica que les asegure su derecho a procrear. Claro que no es un tema de vida o muerte, pero sí de una problemática que afecta emocionalmente a mucha parejas, que ven truncados sus sueños de formar una familia.