Paysandú, Jueves 10 de Febrero de 2011

Decisión razonable y compartible

Opinion | 09 Feb Durante largos años se ha reclamado la instalación de un puerto de aguas profundas en Rocha, a efectos de situar a nuestro país a la altura de los requerimientos de grandes buques en cuanto a calado y posibilidades de atender servicios logísticos para una vasta región, lo que está fuera de las posibilidades del puerto de Montevideo, con sus serias limitaciones de calado e infraestructura.
Por tratarse de un puerto oceánico, como es de suponer las mejores condiciones naturales para un emprendimiento de estas características se encuentran en el departamento de Rocha, por lo que el aspecto pendiente de la discusión radica en el punto a elegir para concretar el emprendimiento, para el cual incluso hay ofertas concretas de inversores ya transmitidas al gobierno nacional.
Así, luego de dormir el sueño de los justos durante más de cien años el proyecto de un puerto de aguas profundas resucitó con posibilidades ciertas de verse materializado, pero en esta instancia a través de un puerto maderero en La Paloma, dado que se considera un lugar estratégico ante las grandes plantaciones forestales en esa zona, y la necesidad de contar con instalaciones para atender exportaciones de grandes volúmenes con destino de ultramar.
Pero el problema es que hoy en día La Paloma ya no es un pueblito de pescadores perdido en algún punto del mapa, sino uno de los principales balnearios de nuestro país, destino elegido de miles de turistas argentinos, brasileños y de extra región y aún con un gran potencial de desarrollo, por lo que la coexistencia entre un polo turístico y un polo maderero se asemeja a querer mezclar el agua con el aceite.
Desde hace años EL TELEGRAFO ha sido un fuerte impulsor de la iniciativa de un puerto de aguas profundas en Rocha, y una de nuestras últimas referencias a la iniciativa la vertimos en reciente artículo de opinión en estas páginas, cuando sosteníamos que en el marco del planteo concreto respecto al puerto maderero era inevitable tener en cuenta una serie de consideraciones que marcan incompatibilidades entre dos proyectos de desarrollo en áreas que aparecen como contrapuestas y por ende de muy difícil conciliación.
Indicábamos que “ciertamente no son pocas las voces en contra de este proyecto, que con compartible incredulidad desconfían ante los efectos negativos que podría acarrear un puerto de esta naturaleza para el turismo de playas de la costa atlántica. El mayor problema estriba en el lugar elegido, La Paloma, que es para Rocha lo que Punta del Este es para Maldonado. Seguramente a ningún político que aprecie su carrera se le ocurriría plantear la posibilidad de instalar un puerto de aguas profundas en las proximidades de la península turística por excelencia de los uruguayos. Por lo tanto, es entendible que los rochenses pongan el grito en el cielo cuando se pretende hacerlo en su máximo balneario. Máxime cuando conocieron los efectos de un proyecto de la dictadura militar que prometía el mayor desarrollo para el departamento con un mínimo de impacto ambiental: el tristemente célebre Canal Andreoni, que al drenar los bañados próximos a La Coronilla terminó destruyendo casi irreversiblemente las hermosísimas playas próximas a este poblado”.
Analizábamos además que justamente por este motivo quizás ese sea el mejor lugar para desarrollar el puerto en cuestión “por la profundidad de sus aguas, la aún escasa presencia de turistas y el hecho que difícilmente pueda captarlos, debido a los efectos del Canal Andreoni pero además porque está relativamente lejos para esos fines”. Mencionábamos que hacerlo en La Paloma solo porque allí ya hay un puerto pesquero podría significar un mínimo ahorro que a la postre saldría muy caro al concentrar fuerte tráfico de cargas en el entorno de La Aguada, Costa Azul y La Paloma, pueblos de altísima población de turistas que buscan la mayor tranquilidad en contacto con la naturaleza, y que no cuenta con accesos adecuados.
Por otra parte, tampoco puede soslayarse que mientras la industria turística ocupa a miles de personas, con un fuerte efecto multiplicador y de distribución de la riqueza, por más que se tomen los mayores recaudos y los estudios de impacto ambiental digan lo contrario un puerto maderero afectaría al turismo de alto poder adquisitivo en la zona, y en el mejor de los casos llegaría a ocupar apenas algunas decenas de personas.
Ante esos elementos, es muy positivo que en las últimas horas el presidente José Mujica haya anunciado en el mismo Rocha que el gobierno ha descartado la posibilidad de construir un puerto de aguas profundas en La Paloma, y que se apresta a buscar un nuevo lugar en se departamento esteño.
“En La Paloma, aunque el canal está cerca, no hay espacio en una ciudad ganada por el turismo, tiene que ir en otro lado. Hay tres propuestas y hay que buscar juntarlas”, dijo el mandatario en la oportunidad, y este razonamiento es plenamente compartible, porque sería de tontos poner en peligro la integridad de la gallina de los huevos de oro cuando hay varias opciones a mano para que un proyecto de las características mencionadas tenga carácter inocuo para el ecosistema y actividades vitales en marcha en la apuesta al desarrollo turístico del país.


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