Paysandú, Sábado 12 de Febrero de 2011
Opinion | 08 Feb Los requerimientos de mano de obra que se han manifestado en los últimos años en nuestro país a través de la concreción de megaemprendimientos como el de UPM- Botnia, y seguramente el que también significará la construcción de la planta de celulosa de Montes del Plata, en Conchillas, han puesto sobre el tapete la realidad indiscutible de que no existe una oferta suficiente, en cantidad pero sobre todo en calidad, de personal capacitado para esta tarea, al punto que en muchos casos ha debido contratarse mano de obra especializada en el extranjero por las empresas inversoras.
Esta paradoja se da en momentos en que de acuerdo a los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), el desempleo se sitúa en el 5,4 por ciento en nuestro país, es decir el valor más bajo de su historia, de acuerdo a los elementos que se han estado utilizando para la determinación de este parámetro.
Pero al analizar estos datos debe tenerse presente que se considera “empleadas” a personas que tienen trabajos ocasionales, de muy baja calidad y duración, y además se da por desempleado solo a quien ha buscado empleo en el último período. Quiere decir que en la relatividad con que siempre debe manejarse el término se considera que se está ante un escenario mejor que el de los últimos lustros en esta materia.
Pero ciertamente tenemos graves problemas de educación y capacitación en el caso de la mano de obra calificada, y este es precisamente un déficit que queda al desnudo en estos casos como en el de otras demandas de mano de obra que no son suplidas satisfactoriamente por quienes salen al mercado laboral en demanda de empleo, lo que da la pauta de un notorio desfasaje en formación.
Y se ha llegado a esta situación debido a los problemas en nuestra enseñanza, que se vienen manifestando desde hace varios años pero que se han agravado en la última década, y lo que es peor, sin que hasta ahora se perciba ningún signo de reversión.
Expertos en materia de mercado laboral consideran precisamente que los niveles de formación que brinda el sistema educativo es una condición limitante para resolver la dificultad de encontrar personal para cubrir los puestos demandados, y según señaló a El País el gerente de la consultora Advice, Federico Muttoni, “la educación está demasiado desconectada del mundo del trabajo y con resultados que se ven. Hay una falta de eficacia y de eficiencia y una velocidad de los cambios que no se adapta al mundo laboral en que vivimos”.
Sería injusto, igualmente, considerar que es solo Uruguay el que se encuentra ante esta encrucijada, pero indudablemente estamos sí retrasados respecto a una discusión que se ha dado prácticamente en todo el mundo. Es que una mayoría de países por lo menos ya ha iniciado un proceso de adaptación a efectos de suplir estos requerimientos, pero en nuestro caso este proceso todavía está por verse y ni siquiera hay diagnóstico y mucho menos planes.
Salta a la vista que nuestra educación sigue embarcada en programas obsoletos, situados en el mundo de las generalidades y aún así con escaso rendimiento de los estudiantes, lo que determina que el joven egresado se encuentre a los 18 o 20 años con que sabe apenas un poquito de todo –en el mejor de los casos— pero poco y nada que resulte aplicable para su inserción laboral calificada.
Muttoni consideró por ejemplo que le llama la atención que los cupos de inscripciones en la Universidad del Trabajo sean significativamente menores a la demanda, y evaluó que “no haría tantos cambios en diversidad de oferta de carreras, pero sí ampliaría la capacidad. Hubo colas para inscribirse en algunos centros, es clarísima la demanda, démosle más cupos. No puede ser que en un Uruguay productivo haya una limitante en la educación productiva”.
A ello deben agregarse los altos niveles de deserción, sobre todo en Secundaria; la degradación de valores en los jóvenes, lo que proviene de la situación que se da en sus hogares y la propia sociedad; la falta de motivación consecuencia de este escenario y de los hábitos adquiridos, además de la flagrante desconexión de muchos cursos de formación técnica respecto a requisitos y programas para integrarse al esquema laboral. Para ello es imprescindible un estrecho contacto con las empresas a efectos de determinar sobre qué elementos se sitúa la mayor demanda de empleo calificado, por lo menos para empezar. La pauta también la da la responsable de selección de la consultora Adecco, Jimena Irigaray, cuando manifiesta que “hoy no es suficiente terminar secundaria para insertarse en el mercado laboral”, porque “se sale con un conocimiento básico” pero “no es suficiente para acceder a cargos de nivel medio bajo”. Destacó que incluso para ser recepcionista las empresas “piden un nivel cultural que es excluyente, ya que estos puestos son la cara de la empresa”.
Pero tampoco hay soldadores de primera línea, por citar un ejemplo de una de las demandas de los nuevos emprendimientos, como así tampoco personal calificado en requerimientos técnicos en una diversidad de áreas, lo que da la pauta de la magnitud del problema y sobre todo de las consecuencias de este déficit, si desde ya no se pone manos a la obra para promover respuestas a un desafío que no es de hoy, pero que se sigue postergando en asumirlo una y otra vez como si nos sobraran el tiempo y las oportunidades.
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