Paysandú, Jueves 17 de Febrero de 2011
Locales | 11 Feb Hubo un tiempo en el que los duelos criollos, peleas en boliches y enfrentamientos entre paisanos en quermeses bailables, constituian moneda corriente. Asuntos familiares o ajustes de cuentas motivaban estas reyertas, consideradas comunes para la época.
Existen lugares en nuestro interior rural que fueron reconocidos en su tiempo por el protagonismo que cobraban sus personajes, particularmente aquellos que no dudaban un instante en dirimir las diferencias a través de las armas. Esos capítulos de la historia viva de los pueblos dieron trascendencia a nombres que con el transcurso del tiempo cobraron popularidad e incluso cierta imagen de respeto. Este es el caso de don Ciriaco Sánchez, quien, al decir del colectivo, fue el último caudillo de villa Quebracho. Entre 1920 y 1940 era muy frecuente --en villa Quebracho-- escuchar historias de un hombre que llegó a ser centro de comentarios, aun cuando el pueblo había cobrado popularidad por las peleas y duelos criollos que se desataban en bailes populares y bares. Si de caudillos locales hablamos no podemos olvidar al herrerista Ciriaco Jesús Sánchez, casado con Ema Bassadone con quien tuvo cuatro hijos: Ismael, Tito, Ciriaco Antolín y Alba Luz.
Don Ciriaco fue un hombre de gran arraigo y al decir de algunos vecinos de la zona “servicial como un yesquero”. Un paisano que para brindar un servicio no miraba la situación o gusto político partidario. Su establecimiento era el escritorio donde la gente iba a solicitar alguna “gauchada”, encontrando siempre el apoyo necesario. Este caudillo también supo tener una carnicería, lugar de fugaces tertulias, donde los vecinos actualizaban temas mientras hacían las compras.
Un defecto en su mano izquierda le valió el mote de “caudillo de los seis dedos”. A pesar de su generosidad y bondad, su mal genio hizo que contara en su haber con cuatro muertos en peleas a mano armada.
Uno de los infortunados fue un hombre contratado por un caudillo antagónico y sucumbió a manos de Sánchez en Paso Emeterio. Después de una larga balacera, una puñalada terminó con la vida del “Pardo” Jiménez. Lucha muy mentada y recordada por los veteranos pobladores. Sánchez fue un hombre muy diestro con el puñal o el revólver, armas que llevaba siempre en su cintura, pero que esgrimía con la velocidad de un rayo cuando era necesario.
Según una anécdota, un día venía a caballo junto a su ahijado y de buenas a primeras, con el equino en pleno trote, saltó, cayendo parado junto al niño. “Mire gurí, así es como se hace. Vaya viendo pa´ cuando usted sea grande”, le dijo. El hombre acababa de hacer una maniobra que dejó sin aliento al pequeño, quien no entendía lo que estaba pasando. La acción se completó cuando don Ciriaco --al tomar contacto con el suelo-- extrajo un revólver y un cuchillo, uno en cada mano. Seguramente se trataba de un entrenamiento para circunstancias que lo ameritaran. Otros relatos aseguran que cuando salía con su ahijado, en ronda de boliches, siempre colocaba al niño a sus espaldas, porque si alguien intentaba atacarlo, jamás lo haría por la retaguardia, ya que el pequeño advertiría la maniobra.
Sus distracciones eran las carreras de caballo y siempre fue muy querido y respetado. Vinculado al engrandecimiento de Quebracho, integró varias instituciones, entre ellas la Junta Local de Quebracho, la Sociedad de Amigos de Quebracho, teniendo siempre en sus gestiones fuerte apoyo gubernamental. Increíblemente falleció de un síncope cardíaco en el lugar donde fuera fusilado uno de sus ídolos, nada menos que el general Leandro Gómez, en las calle 33 Orientales y Leandro Gómez, en la primavera de 1952.
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