Paysandú, Sábado 19 de Febrero de 2011
Locales | 18 Feb Heredó el oficio de su padre. Tenía 17 años cuando comenzó a trabajar por su cuenta. Fue arrancador y carpidor en tiempos de las plantaciones de remolacha azucarera, aunque su “fuerte” siempre fue la mecánica y actualmente tiene un taller en Parada Esperanza, en el que atiende a los productores de la zona, reparando y haciendo el mantenimiento de maquinaria agrícola, tractores y cosechadoras.
Julio María Chialanza (66), casado y con seis hijos, también es reconocido por su oficio de restaurador y fabricante de molinos de viento. Desarma torres, repara motores, instala bebederos y cañerías para riego, en tanto restaura tanques australianos. Hace 44 años que tiene su taller mecánico en esta localidad y siente orgullo por la familia que formó. Se trata de un taller de campaña, donde se repara absolutamente de todo. Desde un automóvil hasta una cosechadora, un tractor o un molino. Chialanza no sabe de arrogancia y cuando se equivoca es el primero en reconocerlo.
“Soy responsable del trabajo que hago. Si alguien me reclama, yo lo corrijo. Eso va por mi cuenta, porque si el trabajo me quedó mal trato de enmendar el error”, subrayó.
Recordó que en tiempos de su padre este trabajo era particularmente sacrificado. “Era con martillo, lima y taladro manual. También cortafierro y marrón, y la maquinaria que se utilizaba era con poleas porque no había servicio de energía eléctrica. Las tareas eran básicamente manuales. Las herramientas que se conseguían eran pocas y muy puntuales. Antes se hacía todo ‘a pulmón’. Ahora usted no lima más porque están las pulidoras, los taladros son eléctricos. Para instalar un molino había que agujerear con una maquinita que se le llamaba ‘a pecho’. Ahora hay taladros, equipos electrógenos. Definitivamente el trabajo es mucho más aliviado. La vida cambió y para trabajar resulta todo mucho más cómodo”.
Subrayó que en todo trabajo tiene que haber un compromiso de quien lo ejecuta. “En la vida hay que aprender de todo. Usted hoy trabaja en el diario, pero no sabe las vueltas de la vida. Puede estar desarmando un molino, manejando un tractor. Por eso hay que aprender de todo un poco. Yo soy un hombre que no tiene escuela ni liceo. Leo muy poco, escribo otro tanto y seguro ‘me como’ la mitad de las palabras. Pero de todos modos construí un apasionante camino”.
Su padre le transfirió principios y valores que conserva como sagrado tesoro. Se considera un hombre de palabra. “Hubo un tiempo que no se precisaba recibo. Usted decía: ‘esto vale tanto’ y era la palabra. La gente era más seria, más sana y más segura. Se convivía con otros códigos y eso ahora se perdió”.
Chialanza tiene clientes en establecimientos ubicados en los corredores de las rutas 3, 26 y 90, y al momento de ser entrevistado recién había llegado de la zona de Piñera. Fue convocado para reparar un motor en Brasil, porque nadie podía “dar con la tecla” con unos motores viejos en San Pablo. También asegura que encuentra agua con el método “de la varita”.
“Hay gente que tiene cinta, pero yo mido el agua con una piola. Le erro siempre por muy poco, tres o cuatro metros”, dijo al final de la entrevista.
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