Paysandú, Domingo 20 de Febrero de 2011
Opinion | 16 Feb “Gran Hermano” y otros reality-shows que se emiten por las televisoras del mundo, demuestran en primer lugar que el ser humano tiene similares intereses más allá de idiomas, culturas, ideologías, y niveles económicos y sociales, desde que en todos los países donde se emiten (unos 70 según Endemol, la productora) ha sido -y continúan siendo- un notable éxito.
El programa actual de la televisión argentina “GH 2011” es una clara demostración de este suceso, con millones de televidentes. No solo eso, hay varios programas satélite que mantienen durante el día el interés en el mismo programa, sumando decenas de horas semanales dedicadas a seguir la vida de un grupo de personas encerrado en una casa llena de lujos pero sin contacto con el exterior. El modelo, creado por John de Mol, es extremadamente simple, no obstante es seguido con gran interés por millones de personas alrededor del mundo.
¿Dónde reside el éxito? Probablemente en el hecho de que todos somos en nuestro ser interior científicos, y GH nos brinda la oportunidad de seguir una suerte de experimento de convivencia, donde se reúne a un grupo de hasta entonces desconocidos, se los aísla del resto del mundo y se les ingresa como conflicto un premio que será de uno solo de ellos, el último que permanezca en la casa.
Pero, probablemente, el éxito esté en otro lado, en el interés que genera saber lo que pasa en una casa extraña, en conocer los conflictos que allí se desarrollan, en tomar partido por desconocidos.
En buena medida, la sociedad moderna es un GH en sí misma. Porque cada vez parecemos más extraños a nuestros semejantes, cada vez estamos más cercanos al estallido de un conflicto, cada vez estamos más cerca de la ira fulminante.
Es esta la sociedad que no debe tomarse como ejemplo, sino que debe ser transformada en otra donde la solidaridad, el compromiso con los semejantes, la mano tendida al extraño, sean no excepciones sino acciones de la vida diaria.
En una sociedad tan politizada como la uruguaya, pensar diferente (y obviamente actuar diferente) provoca todo tipo de conflictos, divide y aleja. Con apenas tres millones de integrantes, el camino es exactamente el inverso. Es imprescindible unirnos por encima de los colores partidarios, pensar para todos y no solo para los del mismo “palo” (y dejar de “dar palo” a los que no lo son). GH es un programa de televisión. No es la realidad de la vida. Y el premio sólo lo podemos obtener, si logramos de una vez por todas unirnos. Pero de verdad.
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