Paysandú, Lunes 21 de Febrero de 2011
Locales | 18 Feb Juan Carlos Reyes (61) nació en Young, departamento de Río Negro. Tenía seis años cuando su familia paterna se instaló en la zona de paraje Las Curuyas, ubicado entre el Camino a Paso Gallardo y Colonia 19 de Abril.
“Vinimos con mis padres, tres hermanos y un tío. Mi padre fue agricultor. Siempre sembró trigo y cebada. Pero fue por los años sesenta y ‘pico’ que empezó con la huerta. Se trataba de un emprendimiento familiar. Mientras viví con mi padre seguí con esa actividad. Después, con el paso de los años, fabricamos escobas. Precisamente fue mi padre quien me enseñó todo eso y yo seguí el camino que me marcó”. El productor recordó sus comienzos y cómo delineó su proyecto de vida. “Luego me casé y tuve una familia numerosa, de ocho hijos. Los gurises también me ayudaron a trabajar la huerta. Fueron buenos tiempos, porque toda la familia colaboraba con el emprendimiento. Luego plantamos remolacha, sembramos trigo y maíz. Hoy estoy casi con los campos arrendados y planto un poco de sandía, boniato, zapallo, melón y maíz. No es un rubro con el que se pueda hacer mucho dinero, pero nos defendemos y vivimos bien. Solo se trata de trabajar”, agregó.
Siempre le gustó la agricultura e involucrarse en temas de la comunidad; participar en reuniones con otros productores, con quienes recuerda los buenos tiempos de la remolacha azucarera.
“Si bien en la zona hubo un tiempo donde las familias tenían una fuerte incidencia, porque se traba de núcleos numerosos, hoy ya casi no queda nadie. La mayoría se fue para la ciudad y se encaminó hacia otros horizontes”.
Hace unos siete años que perdió a su esposa y sus hijos decidieron abandonar el medio rural. “Después que faltó mi compañera me dediqué a arrendar parte de los campos y hacer menos huerta”, sostiene.
Reyes aseguró que “la vida es linda. Son etapas que uno va cumpliendo. Por ejemplo, cuando viví con mi padre jamás le pedí dinero a cambio de trabajo. Se trataba de un compromiso con la familia y con uno mismo. Se cultivaban otros valores. Hoy la cosa es muy diferente, se han inculcado ciertos derechos que no los entiendo muy bien. Será que antes la imagen de los mayores era otra. Había respeto por la maestra, el policía, el cura. Hoy está todo desvirtuado. Siento que los códigos de convivencia han cambiado. La enseñanza y los valores de familia son difíciles de encontrar. Cuando yo llevaba los gurises a la escuela le decía a la maestra: ‘mire señorita, acá la que manda es usted, o sea que si usted lo reta o lo pone en penitencia está muy bien’”.
Agregó que actualmente, “cuando los políticos hablan de bajar la edad en los menores infractores, yo digo que el tema es mucho más profundo, hay que trabajar firmemente los temas de familia, no hay vueltas con eso”.
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