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Paysandú, Viernes 25 de Febrero de 2011

De cruce por el paraje Las Curuyas

Locales | 18 Feb En la zona ya casi no quedan gurises. Las numerosas familias que habitaron el lugar hace ya mucho que no están. No faltó alguien que, en tono de broma, aseguró que a veces, cuando necesitan juntar niños para alguna actividad, es necesario pedirlos prestados a poblados vecinos.
Por la década del 50, un bautismo, una misa o un casamiento celebrado en una casa de familia eran frecuentes en la zona. Hoy, la brisa que sopla en determinados momentos del día recuerda el murmullo de la gente que ya no habita este rincón del departamento.
La tarde que visitamos el paraje Las Curuyas (lechuzas en portugués) era calurosa y la tierra, reseca, se levantaba en el destrozado camino vecinal, generando nubes de polvo. Transitar por allí no resultó tarea fácil. Basta con decir que el vehículo avanzaba a paso de peatón, evitando así posibles daños en las cubiertas. De pronto llegamos a lo que parecía ser el final del camino. Detuvimos la marcha: estábamos en campos del paraje Las Curuyas.
Según el relato popular, la historia de este paraje se remonta a principios de 1940. Allí vivía un tal Villalba, hombre que gustaba mucho de la vida nocturna y solía regresar a casa a altas horas de la madrugada, acompañado –según cuentan-- por el chistido de las lechuzas, especie que daría nombre al poblado.
Ubicado a siete kilómetros al noreste del mojón 15 de la ruta 90, el paraje Las Curuyas es un lugar de paso. Allí, entre 1940 y 1980, vivieron unas quince familias numerosas. Sus campos generaron abundante producción agrícola y albergaron tambos familiares.
El movimiento de la zona mantuvo activos a los pobladores y la actividad se extendió hasta principios de los 90, aunque el éxodo hacia la ciudad ya había comenzado diez años antes.
Trigo, cebada, maíz, sorgo y girasol constituyen un intenso pasado agrícola, con rotación de cultivos. Actualmente, la cebada, el trigo y la soja son los principales protagonistas de la producción, sumado a algún animal para pastoreo. El paraje llegó a tener su propio equipo de fútbol.
El Club Nacional supo de entreverados partidos en las polvorientas canchas de la zona, y sus planteles participaron en campeonatos relámpago, enfrentando a equipos como el Peñarol de la Colonia, Unión Fútbol Club de Estación Porvenir y un cuadro que los memoriosos recuerdan con el nombre de La Chancleta, que también era de la Colonia.
Además de partidos del fútbol, los lugareños disfrutaban de quermeses y bailes en la Escuela 47 de Colonia 19 de Abril, en tanto pencas y carreras de caballos atraían a numeroso público.
El comentario de los vecinos retrotrae a tiempos en que todo momento era propicio para un encuentro.
Una reunión de la comisión de fomento de la escuela era motivo más que suficiente para compartir un mate, un asado criollo o un remate inglés. La gente colaboraba gustosamente con los demás y participaba de cada actividad, aunque todo forma parte de un antiguo relato. Una historia que algunos intentan mantener vigente. Años intensos vividos en el paraje Las Curuyas.


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