Paysandú, Sábado 26 de Febrero de 2011
Opinion | 26 Feb Todavía no se ha dilucidado ni por asomo la controversia suscitada en el partido de gobierno a raíz de los planteos tendientes a promover una redistribución de la riqueza, en base a la bonanza económica originada por la colocación a buenos precios de nuestros commodities en el mercado internacional, desde que hay posturas desencontradas entre los integrantes del equipo económico y grupos como el Partido Comunista, que son proclives a dirigir por vía del Estado la distribución de los recursos generados en base a la coyuntura.
Claro que por sobre de los conceptos generales siempre está de por medio el cómo hacerlo, desde que más allá de enunciados generales en los que la gran mayoría de la población puede estar de acuerdo, el desafío se plantea a la hora de lograr las fórmulas que permitan hacer realidad estas intenciones.
Pero sobre todo, como ha señalado el propio presidente José Mujica, nunca es buena idea cambiar de caballo en el medio del río, porque se corre el riesgo de perder en un abrir y cerrar de ojos lo que trabajosamente se ha conseguido y cuando aún no está muy lejos en el tiempo la crisis de 2002, aunque las condiciones hayan cambiado.
Entre otros planteos han cobrado vigor iniciativas como la de acentuar la carga de impuestos sobre los sectores que han tenido más ganancias en estos años, lo que se considera una medida que permitiría obtener recursos a redistribuir entre sectores de la población que no han sido beneficiarios de la mejora económica.
Actualmente el tema está en debate en el secretariado ejecutivo del Frente Amplio, y ya hay varios sectores de la coalición de izquierdas que están promoviendo con énfasis el aumentar la carga al agro, que es precisamente de donde ha salido la bonanza como consecuencia directa de la favorable coyuntura internacional para nuestros productos agropecuarios de exportación.
En este verdadero remate de propuestas maximalistas, basadas muchas de ellas en teorías voluntaristas, han surgido sin embargo voces coherentes que incluso han “trancado” facilismos en el propio sector mayoritario de la coalición, que es el Movimiento de Participación Popular (MPP), al que pertenece el propio presidente.
El ex ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca, Ing. Agr. Ernesto Agazzi, ha sido quien ha llevado la voz cantante en cuanto a considerar que el remedio puede resultar peor que la enfermedad si no se actúa con ponderación y sentido común en esta instancia en que el debate puede inducir a corrientes delirantes y utopías, al señalar que no es partidario de aumentar los impuestos a la actividad agropecuaria porque haya tenido más ganancias. “La economía no tiene un observatorio para ver quien gana más. Hoy el que gana más paga más”, precisó el legislador a La República, al considerar que no comparte la idea de que “hay que ponerle impuestos a unos sí y a otros no”, ya sea al agro como a la industria, o cualquier otra actividad, por cuanto “si un sector gana más, paga más IRAE”, en tanto en el caso de los planteos de aumentar los tributos que paga la industria forestal, advirtió que actualmente está gravada con el Impuesto a la Renta. Por otra parte, reconoció públicamente que buena parte del éxito económico de Uruguay se debe a las condiciones ventajosas para la inversión agropecuaria que mantuvo en todo este tiempo, y que gracias a la venta de tierras a los extranjeros muchos productores uruguayos pudieron sanear sus deudas y algunos hasta volver a producir y hacer dinero. Cambiar las reglas de juego podría ser entonces una forma de obtener cuantiosos recursos inmediatos para el Estado, pero al mismo tiempo una hipoteca del crecimiento económico a futuro.
Estas definiciones del ex ministro están en sintonía con lo expuesto por integrantes del equipo económico, incluyendo al propio ministro de Economía y Finanzas, Fernando Lorenzo, cuando señaló hace pocos días que no se puede “ajustar la estructura tributaria según las circunstancias, porque se da una señal muy compleja”, que genera confusión entre los agentes económicos y potenciales inversores.
En realidad, es de recibo que se manejen eventuales fórmulas de redistribución de la riqueza, como una manera de reducir brechas y desigualdades, pero siempre hay más de una manera para llegar al mismo objetivo, poniendo las cosas por encima de situaciones coyunturales para pensar en reformas que den sustentabilidad y aseguren un mejor futuro, cualquiera sean las circunstancias.
Y estas alternativas pasan por ejemplo por promover una reforma del Estado que hasta ahora no ha pasado de anuncios, para precisamente liberar riqueza que se pierde en la burocracia y la ineficiencia estatal; en entes monopólicos que al no tener competencia no se ocupan de abatir costos que al trasladados a la tarifa de los servicios son una verdadera carga para los sectores que producen la riqueza; por promover la productividad entre los funcionarios del Estado en lugar de una igualdad artificial en la que buenos y malos funcionarios ganan lo mismo, solo por mencionar dos aspectos íntimamente vinculados.
En suma, de premiar la excelencia, al generador de empleo útil, al que aporta capital de riesgo e iniciativa en lugar de buscar el empleo seguro e inamovible dentro del Estado, como valores a promover en la sociedad, en vez de crear expectativas de que es mejor esperar el regalo, con la comodidad de no hacer nada, a través de presuntas fórmulas mágicas que vendrán una vez más del Estado benefactor, con todos los uruguayos como el pato de la boda.
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