Paysandú, Martes 01 de Marzo de 2011
Opinion | 22 Feb Cuando en la interna de la coalición de gobierno se ha instalado el debate sobre eventuales políticas para lograr una mejor distribución de la riqueza generada por la favorable coyuntura internacional proyectada sobre nuestra economía, corresponde analizar sobre qué bases se pretende generar un derrame redireccionado para beneficiar a sectores a los que hasta ahora no ha llegado esta mejora.
Es que dentro del propio gobierno hay visiones contrapuestas que han demarcado por un lado la visión del denominado “astorismo”, que ha advertido sobre la necesidad de actuar con prudencia en materia de conducción económica y no dejarse ganar por inmediatismos –la otra visión--, que pueden generar mucho más problemas que beneficios tras el intento inicial, y al mismo tiempo crear vulnerabilidad adicional por el lado de la falta de sustentabilidad, desde que el gran desafío es seguir creciendo en un marco de estabilidad imprescindible,
Por lo pronto debe diferenciarse el término crecimiento del concepto de desarrollo, por cuanto pueden llegar a confundirse, y así tenemos que precisamente en nuestro país se está dando este crecimiento de la economía sin desarrollo, que es mucho más que aumentar el Producto Bruto Interno en un período coyuntural.
Por fuera del gobierno es pertinente tener en cuenta juicios muy autorizados como los del ex canciller de nuestro país y actual secretario iberoamericano, Cr. Enrique Iglesias, quien en declaraciones a El Observador puso especial cuidado en diferenciar situaciones para que no se creen “burbujas”, sobre todo en el área inmobiliaria, como ha ocurrido incluso en naciones desarrolladas, porque luego la realidad puede ser muy dura y siempre con perjuicios para los sectores de la población más postergados.
Iglesias evaluó que “debemos separar la discusión en objetivos inmediatos y de mediano plazo. En lo inmediato siempre es más atractivo tener más recursos para distribuir y es una atracción legítima, pero no siempre es la mejor. Lo que importa es como podemos gastar mejor lo que ya tenemos, donde se puede hacer mucho. La calidad del gasto en este país deja mucho que desear. El Estado puede utilizar mejor sus ingresos, sobre todo en lo concerniente a la calidad del gasto en educación”.
También consideró el experto internacional que “siempre que hay un crecimiento acelerado, la tasa de distribución del ingreso suele deteriorarse. Los sectores que mejor pueden aprovechar ese crecimiento son los medios y altos; los que no tienen especialidad ni formación generalmente no llegan a aprovecharlo”.
La referencia de Iglesias nos sitúa inequívocamente en el tema de la sustentabilidad de las políticas económicas y sociales, íntimamente ligadas, con el ingrediente de la educación como elemento diferencial para transformar el crecimiento en desarrollo, que es el factor que nos hará ganar en calidad de vida y sentará las bases de un país mejor en todos los órdenes. Como bien sostiene el secretario iberoamericano “este país tiene la chance de llegar al fin de la década como un país desarrollado si es capaz de definir las prioridades en las que debe invertir el gasto social, del cual la educación, la innovación, la infraestructura deben ser los pilares. Hay que trasladar el debate sobre la distribución del ingreso, de las ganancias inmediatistas a una visión de mediano plazo. Se trata de fortalecer el crecimiento para que el país no pierda esta enorme oportunidad que le ofrece la historia de dar un salto cualitativo si apunta el gasto en la buena dirección”.
En buen romance, el secretario iberoamericano considera que nuestros gobernantes están ante el gran desafío de utilizar criteriosamente la riqueza que se nos genera por la venta a muy buenos precios de nuestros commodities en el exterior para generar y avanzar en infraestructura, priorizar la educación para la capacitación y la formación de los sectores hasta ahora postergados por falta de oportunidades en un esquema laboral que ha cambiado significativamente en los últimos años. Si a ello agregamos un redimensionamiento del gasto público, empezando por no gastar toda la recaudación adicional por la coyuntura favorable en el mercado internacional, y también haciéndolo con criterio, sin desperdiciar recursos sin retorno, estaremos avanzando también en contener el déficit fiscal y empujes inflacionarios para dar el sustento necesario a la economía, en beneficio del tejido socioeconómico y sobre todo con bases para la necesaria consolidación en el mediano plazo de una tendencia que nos beneficia, al mismo tiempo que nos condiciona y exige.
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