Paysandú, Jueves 03 de Marzo de 2011
Opinion | 01 Mar Según un reciente estudio dado a conocer por el Departamento de Economía de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República, las diferencias en la calidad de la enseñanza entre los sectores de mayores ingresos y los bajos, y en la probabilidad de repetición llevan a que “la educación secundaria es una inversión inconveniente para los estudiantes en situación desventajosa” desde el punto de vista socioeconómico.
Este trabajo, al que tuvo acceso El Observador, realizado por la investigadora Rossana Patrón, se titula “Cuando más educación no vale el esfuerzo: otra mirada a las decisiones de deserción de los estudiantes desfavorecidos del Uruguay”, y hace hincapié en los incentivos que tienen los jóvenes para continuar con sus estudios secundarios, al medir la relación entre el aumento del ingreso al que les permitiría acceder el Ciclo Básico y el esfuerzo que implica su culminación.
El estudio señala que desde un punto de vista económico, seguir los estudios implica la asignación de recursos escasos –el tiempo fundamentalmente-- para obtener un resultado, de forma de lograr un diferencial en el ingreso. Así, el tiempo que el joven utiliza en el estudio genera una pérdida equivalente al dinero que deja de ganar por posponer su ingreso al mercado de trabajo.
Sobre todo en los sectores más bajos los años aprobados generan un más bajo retorno, por cuanto la calidad de la educación es menor que en los contextos más favorecidos, y además los costos son más altos debido a la mayor probabilidad de repetir los cursos.
Sostiene el trabajo que “para los estudiantes en situación desventajosa, cursar estudios tiene un retorno negativo cuando se considera la ocurrencia de repeticiones, pero incluso si no se tiene en cuenta el fenómeno, la tasa interna de retorno es muy baja”.
Poniéndolo en números, precisa que según los expertos la rentabilidad que genera la aprobación del Ciclo Básico es cinco por ciento en los sectores más pudientes, si no se considera el factor repeticiones, en tanto en el mismo escenario un estudiante de clase baja tendría un retorno de apenas 0,8 por ciento.
Y en cuanto a la traducción a hechos, tenemos que a lo largo de su vida un joven de clase baja percibiría un volumen mayor de ingreso si accede al mercado laboral una vez terminada la escuela que si pospone su entrada al mundo del trabajo para cursar el Ciclo Básico.
Por lo tanto, más allá de los problemas en el hogar, de la degradación de valores, de la dispersión de intereses, salta a la vista que el período del Ciclo Básico para un estudiante que tiene el mundo acotado por la necesidad de obtener ingresos lo antes posible no es promedialmente rentable, y ello es así porque en ese lapso crucial de los estudios no se prepara para el mundo del trabajo, para la inserción laboral por lo menos en forma incipiente, sino que de Secundaria no se sale nada en cuanto a capacitación específica como mano de obra.
Según la experta, “estos resultados plantean algunas dudas sobre la justicia o equidad buscada por las leyes de escolarización compulsiva que no sean acompañados por políticas complementarias que aseguren igualdad de resultados educativos para los estudiantes de todos los grupos socioeconómicos”.
Creemos que el tema en realidad va mucho más allá, desde que se trata de los objetivos que se persiguen con la formación en educación media, que se utiliza más bien como un período previo para una carrera terciaria, sin excepciones, por lo que el joven que tiene sus miras centradas en acceder al mundo del trabajo con otro grado de formación, no encuentra respuesta en el sistema educativo tal como está planteado y este es el factor que alienta la deserción.
Por tal motivo, es lógico suponer que un alumno de bajos recursos, a sabiendas de que le será imposible continuar sus estudios en una universidad –ni siquiera en nuestra Udelar, puesto que es demasiado cara para la gran mayoría de los jóvenes uruguayos, más aún los del Interior--, deserte para dedicarse a trabajar, porque no solo generará ingresos inmediatos sino que le servirá para ir formándose su propia una historia laboral.
Ocurre que seguimos con los mismos serios problemas de educación y capacitación en el caso de la mano de obra calificada, y este es precisamente un déficit que queda al desnudo en demandas de mano de obra que no son suplidas satisfactoriamente por quienes salen al mercado laboral en busca de empleo.
Y se ha llegado a esta situación debido a serios problemas en nuestra enseñanza media, que se vienen manifestando desde hace varios años pero que se han agravado en la última década, y lo que es peor, sin que se perciba ningún signo de reversión, con una formación que sigue ajena a la realidad, con la educación desconectada del mundo del trabajo, como si fueran el agua y el aceite, cuando en realidad deberían tener una alta interdependencia, en beneficio sobre todo de los sectores de menores recursos.
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