Paysandú, Lunes 07 de Marzo de 2011
Opinion | 28 Feb Seguramente la enorme mayoría de los sanduceros está asistiendo con un dejo de impotencia y tristeza, “balconeando” desde afuera, pero con mucho en juego, la dilucidación de la suerte de una de las empresas emblemáticas y abanderada del Paysandú industrial que naciera sobre fines de la década de 1940, cuando prohombres de nuestro solar invirtieron capital y arriesgaron su patrimonio para crear las grandes fábricas que hicieron a la vez que Paysandú se hiciera conocer en todo el mundo por la calidad de sus productos.
Lamentablemente, hoy la suerte de Paylana se está decidiendo también en Montevideo, tratándose a esta altura de la última empresa textil del Uruguay, en el marco de un escenario internacional adverso, donde la ecuación calidad-precio se ha inclinado marcadamente por el último factor a partir de la irrupción de los gigantes asiáticos en los mercados, con su producción a gran escala y mano de obra barata que operan como elementos distorsionantes en la escena internacional.
La incertidumbre es el común denominador para unas seiscientas familias que dependen directamente de la fábrica, pero que se extiende a más de mil con los empleos indirectos, y consecuentemente aporta un porcentaje significativo del producto bruto del departamento y reciclaje de dinero en la plaza sanducera, por lo que estamos ante un factor socioeconómico de peso –por lo menos así debería ser-- en las decisiones de quienes estén negociando la suerte de la textil sanducera, en este caso el Banco de la República, principal acreedor, y los empresarios nucleados en Leadgate, que es el último grupo que está negociando con el banco oficial el eventual traspaso de la empresa.
Como todos sabemos, cuando existe una negociación en curso, entre partes interesadas, cada una trata de manejar las cartas a su favor, con argumentaciones a veces distorsivas y por lo que resulta muy difícil evaluarlas desde afuera en sus justos términos. Pero como sanduceros, como uruguayos, estamos apostando a que Paylana pueda superar este difícil trance luego de décadas en que se ha debatido en una lucha desigual en los mercados saturados por la producción asiática, sobre todo de China.
Y no se ha tratado solo de factores externos, sino que lamentablemente más allá de créditos puente para seguir operando y sortear dificultades temporales, ha pesado en este gradual deterioro de la capacidad operativa y financiera el hecho de que en el Uruguay tenemos costos exacerbados para producir, sobre todo en la industria, lo que se ha agravado últimamente por la relación cambiaria, desde que con el dólar barato, al cambiar la divisa a pesos uruguayos resulta cada vez más difícil hacer frente a los costos internos, como es el caso de la energía y otros insumos, a lo que debe agregarse el aumento de los salarios en dólares. El golpe de gracia ocurrió hace apenas unos años, cuando se frustró la iniciativa para alcanzar un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos que podría haber cambiado drásticamente la situación de la textil sanducera, puesto que sus productos de calidad serían competitivos en ese mercado, de poder acceder con ventajas arancelarias.
Quien no quiera ver este aspecto no vive en el Uruguay o desconoce por completo la realidad en la que nos desenvolvemos, sobre todo en el norte del río Negro, donde resulta siempre más caro producir por la lejanía con Montevideo. En otros países, con mayor o menor disimulo, se ha hecho un culto de la defensa de los puestos de trabajo dentro de fronteras, y en el nuestro, donde no sobran, se dan situaciones contradictorias. Es que mientras el Estado gasta cientos de millones de dólares en crear y mantener en base a subsidios el proyecto sucroalcoholero de ALUR, en la zona de Bella Unión, en base a un cultivo exógeno, como la caña de azúcar, con costos que duplican o triplican a los de Brasil por factores climáticos y que por ende jamás será viable, Paylana agoniza con una deuda con el Banco de la República inferior al subsidio que recibe ALUR en un año.
Por lo tanto de medirse las cosas con la misma vara no debería ser problema rescatar a la emblemática empresa sanducera, incluso sin tomar en cuenta su viabilidad, como se ha hecho con ALUR, porque están en juego tantos o más puestos de trabajo que en Artigas, y nada menos que la incorporación de valor agregado en una industria tradicional, que procesa materia prima nacional, que genera riqueza genuina que se multiplica dentro de fronteras y que por esa causa supera largamente en un año la deuda con el BROU.
Planteado en estos términos, más allá de la estrategia negociadora de cada uno, creemos que hay argumentos de sobra para promover una solución que priorice el mantenimiento en actividad de Paylana, de asegurar los puestos de trabajo para más de mil familias sanduceras, y de evitar que la frustración y la desesperanza se instale en una sociedad que todavía cree en la dignificación a través del trabajo.
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