Paysandú, Jueves 10 de Marzo de 2011
Opinion | 10 Mar Este domingo el presidente José Mujica partirá hacia Brasil, encabezando una nutrida delegación gubernamental a la que se sumarán asimismo unos setenta empresarios, con la idea de consolidar un “desembarque” con cabeza de playa en el país norteño, con firmes expectativas de obtener réditos económicos y políticos en el relacionamiento bilateral, pese al contexto del Mercosur como factor de condicionamiento regional.
En realidad el objetivo de este viaje es Sao Paulo, corazón industrial y económico del Brasil, y según definió el ministro de Industria, Energía y Minería, Ing. Roberto Kreimermann a El Observador, se busca “empujar más a Uruguay hacia Brasil para aumentar el comercio”, y para ello se tomará como modelo el sector autopartes para que la producción local forme parte de cadenas industriales regionales. A la vez el mandatario uruguayo recibirá en privado a veinte empresarios paulistas interesados en invertir en Uruguay o en asociarse con empresas locales.
Mario Piacenza, director de Asuntos Internacionales del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca, comentó que con este viaje del presidente se trata de “dar una señal bien clara a Brasil”, que es el principal importador de la producción uruguaya, indicando que “la intención es acercarse en lo posible y en lo privado”.
En la Cancillería uruguaya a la vez no se disimula el entusiasmo por esta etapa que encara el gobierno en una decisión que entraña la idea de “acercarse al motor económico de Brasil en el marco de una estrategia de integración productiva con ese país”.
La apuesta del gobierno de Mujica no ha comenzado en esta especial instancia, precisamente, sino que es notorio que a partir de afinidades ideológicas que se manifestaron con particular énfasis durante el gobierno de Lula, y las dificultades con Argentina a partir del conflicto por la instalación de la planta de Botnia, la política “pendular” de Uruguay con los dos grandes vecinos ha sido de un sostenido acercamiento con el país norteño. Esto se debe a que si bien el gigante tiene al Mercosur como una prioridad muy secundaria en su relacionamiento internacional, su fuerte crecimiento y demanda de nuestros productos ha presentado un escenario muy atractivo para la concertación de negocios, aunque ello no quiere decir que de vez en cuando no se presenten dificultades.
De todas formas estos problemas son menores si se los compara con los que presenta el intercambio con Argentina, que es un país impredecible, y no debe olvidarse –parecería que sí, que se ha olvidado-- que en el ámbito del Mercosur, Argentina y Brasil han impuesto un bilateralismo sistemático en las decisiones, con la tesis del “tómenlo o déjenlo”.
Ello no ha sido óbice para que desde el año pasado el presidente José Mujica aludiera a que Uruguay tiene que “subirse al estribo de Brasil” en clara apuesta a sostener la tendencia de que la vecina nación es el principal destino de nuestras exportaciones, ya que su auge económico resulta vital para que esta bonanza también se derrame sobre nuestro sector exportador y la propia economía uruguaya.
Empero, como bien se ha advertido por analistas, esta suerte de atadura crea una “Brasildependencia” que colide abiertamente con la máxima de no poner todos los huevos en una misma canasta, desde que los avatares económicos son cada vez más frecuentes y la globalización determina que rara vez podamos quedar al margen, teniendo en cuenta nuestro perfil altamente vulnerable.
Este “subirnos al estribo” se hace además en una coyuntura en que nuestro país sufre abiertamente problemas de competitividad con países de fuera de la región, y lo que se hace en realidad es jugarnos a un solo mercado.
Por lo tanto, se apuesta a decisiones de carácter coyuntural mientras se postergan correctivos imprescindibles, que pasan por lograr mayor eficiencia en nuestras industrias para no depender del único mercado en el cual podemos tener algo de suerte, que es dentro del Mercosur.
Está de por medio además el riesgo latente de que en Brasil, aunque efectivamente esté en expansión, se genere una nueva “burbuja” que infle su economía hasta que ésta colapse y nos deje inmediatamente en el suelo a los que nos subimos al estribo como la jugada más fácil y redituable en el corto plazo.
Y como nadie tiene la bola de cristal, las apuestas son eso, una jugada al azar, en este caso siguiendo una tendencia o un escenario actual que ojalá nos dure, y que debería ser válido sólo si mientras tanto realmente se hace lo que se debe hacer para mejorar las estructuras que hoy nos condicionan severamente en la competitividad y por lo tanto nos dejan vulnerables a los avatares internacionales.
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