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Paysandú, Sábado 12 de Marzo de 2011

IRMA PARENTE CABRERA

La pluma de la Colonia

Locales | 11 Mar Integró varias comisiones de ex alumnos de la Escuela 19 de Estación Porvenir. A pedido de las maestras, enseñó bordado y costura a las alumnas, y participó en los equipos de consulta en los censos de 1975 y 1995. Su talento como poetisa le permitió concebir versos que reflejan un rico pasado histórico y social que la tuvo como protagonista.
Irma Parente Cabrera recordó los años vividos junto a sus padres y hermana en los campos de la Colonia 19 de Abril. Su relato rescata el compromiso de los vecinos, quienes dieron lo mejor de sí para construir una comunidad pujante, así como la filosofía de trabajo de alemanes, rusos, judíos y criollos.
“Mis padres llegaron a estos campos el 14 de junio de 1925 ocupando la fracción número 6 de la Colonia. Allí vivimos junto a mi hermana Holanda hasta el 18 de octubre de 2003. Había buena rotación de cultivos, se plantaba trigo, maíz, girasol y lino. Más lo que generábamos en la quinta, ya que nos abastecíamos de la propia huerta para comer”, relató.
También recordó tiempos en los que los alumnos de la escuela visitaban a sus padres para rescatar historias del proceso de construcción de la Colonia. “Sí, la verdad que se trataba de una interesante instancia, donde a través de la versión oral los niños accedían a los capítulos de una historia muy rica, levantada con el esfuerzo de las manos de los chacareros”.
Para Irma, quien supo publicar un libro de poesías, la vida en campaña significó una experiencia extraordinariamente enriquecedora y aunque los colonos trabajaban con sacrificio, también había espacios de recreación y entretenimiento. “En cuanto a los encuentros, la escuela fue el lugar en el que disfrutábamos de la más diversa serie de actividades. Desde una quermés, una reunión de comisión fomento y bailes con orquestas en vivo. Era una sana diversión de gente a la que sólo le interesaba dar lo mejor a sus semejantes”. En la Colonia también hubo momentos difíciles. “La sequía de 1942 y la invasión de langostas de 1944 provocaron una alarma generalizada, pero a su vez posibilitaron que los vecinos, unidos por una misma causa, pudieron salir adelante”. “Yo no me explico cómo hicimos, tanto la gente común como los políticos de la época para enfrentar tan angustiante situación. Pero lo cierto es que pudimos salir adelante. El tema de las langostas no dejó cultivo sano. Arrasaron con todo lo que se les cruzaba por el camino”.
Uno de los momentos que reflejaron el estrecho vínculo entre los colonos fue la celebración de un nuevo aniversario de la Colonia, por la década del 90, cuando en el salón principal de la escuela una enorme torta, con las banderas de los países de los inmigrantes, representó los verdaderos lazos de unión.
Si bien los recuerdos de Irma se concentran en tiempos fecundos, confesó que los censos de 1975 y más tarde de 1995 marcaron una cruda y triste realidad: el despoblamiento acelerado de los campos de la zona.
“Un día, cuando nos encontrábamos efectuando el censo de 1995, llegamos a una casa pensando que allí había gente. Grande fue la sorpresa cuando percibimos que su avanzado estado de abandono revelaba que allí ya no vivía nadie. Me angustió mucho ver eso, porque yo conocía a la familia que allí habitaba. Fue muy fuerte y no lo podía creer”.
Si bien estos pobladores rurales vivieron a otro ritmo, lejos de las comodidades materiales del presente, demostraron en todo momento y frente a cualquier adversidad que con actitud, entrega y compromiso se pueden concretar muchos proyectos.
“Había que ver la cantidad de gente que trabajaba en una cosecha. Las máquinas a carbón, los bolseros. Había tanto movimiento que me parece estar viéndolo ahora”, concluyó.


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