Paysandú, Lunes 14 de Marzo de 2011
Opinion | 12 Mar En las últimas horas el canciller uruguayo, Luis Almagro, reconoció en un programa periodístico que si no se realizan cambios en el funcionamiento del Parlamento del Mercosur (Parlasur), “no va a ser posible” que la delegación uruguaya continúe asistiendo a las próximas reuniones del organismo.
En realidad, todo indica que hubo un ultimátum de la delegación uruguaya para que se posterguen algunos cambios previstos en la primera etapa constitutiva del organismo, teniendo en cuenta un cúmulo de situaciones que dificultan su accionar.
Entre otros aspectos, las propuestas uruguayas serían sistemáticamente archivadas, existen deudas de los países miembros que no se saldan --Brasil solo debe más de un millón de dólares--, en tanto la mayoría de los legisladores actuales no está habilitados para seguir ocupando sus bancas, desde que han cesado sus períodos en los respectivos países y deberán ser sustituidos.
Los estatutos determinan que este año ya tendrían que haber asumido los nuevos legisladores del Mercosur electos por los ciudadanos de cada país integrante del bloque, pero hasta ahora únicamente Paraguay ha cumplido con este requisito. A ello se agrega que el Uruguay tampoco está conforme con la nueva conformación del Parlasur, por la cual Brasil pasará a tener 75 parlamentarios, Argentina 43 y Uruguay y Paraguay 18 representantes cada uno, lo que implica una sensible distorsión en cuanto al tratamiento de los temas en este ámbito. Esto es al punto tal que los “chicos” del bloque juntos no alcanzan a la cantidad de parlamentarios de Argentina, que a su vez son bastante menos que los de Brasil, lo que en la práctica significa que los “grandes” hacen y deshacen a gusto, al margen de las intenciones de Uruguay y Paraguay.
Pero más allá de estas dificultades, es notorio que nunca tuvo sentido integrar un Parlasur al estilo del Parlamento Europeo, para un bloque que no funciona y que en este caso incorpora elementos políticos en un ámbito deliberativo que poco y nada podrá hacer en cuanto a la esencia del tratado que amerita el funcionamiento del Mercosur.
Es que el Mercosur ni siquiera habilita el buen funcionamiento de sus organismos rectores y para solución de controversias, como quedó claro durante el conflicto entre Uruguay y Argentiba por Botnia.
El Parlasur se creó contra viento y marea sin siquiera esperar que más o menos funcionara el bloque, en un contrasentido que hoy queda de manifiesto una vez más con estas dificultades que indican que se puso la carreta delante de los bueyes, sin por lo menos aguardar la consolidación de los procesos.
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