Paysandú, Lunes 14 de Marzo de 2011
Opinion | 14 Mar El Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente (Mvotma) no dispone de un diagnóstico respecto al déficit habitacional actual en Uruguay ni tampoco una meta sobre las casas que aspira a construir durante el período, de acuerdo a lo manifestado al diario El Observador por el subsecretario de esta cartera, Jorge Patrone.
Este apunte del jerarca llama naturalmente a reflexión sobre la forma en que se actúa en nuestro país respecto a temas esenciales para la población, como es el acceso a la vivienda en todas sus posibilidades, desde el arrendamiento a la propiedad, porque a la vez en esta área están ausentes las políticas de Estado y cada gobierno viene con su receta propia, salvo en el caso de la administración del Dr. Tabaré Vázquez, que fue absolutamente anodina en cuanto a proporcionar nuevas viviendas para sectores sociales postergados.
Este déficit ha quedado para ser subsanado por la administración del presidente José Mujica, quien en más de una oportunidad ha señalado que este sector será una de las prioridades y hasta anunció que “a los quince días” de asumir comenzaría a construir viviendas, lo que por supuesto resultó imposible, incluso a un año de haber asumido, porque se necesitan planes y organización de recursos humanos y materiales, así como líneas de acción plenamente definidas, en base a un diagnóstico imprescindible.
Pero a juzgar por lo manifestado por Patrone, tampoco tenemos este diagnóstico desde hace muchos años, pues subrayó que “no tenemos cifras exactas porque los censos de los que disponemos son muy antiguos y nos tenemos que basar solamente en muestreos como las encuestas de hogares, que no dan el universo total, dan muestras”.
Consultado respecto a si se tienen estimaciones más o menos valederas respecto a la entidad del déficit habitacional, puntualizó que “hay quienes hablan de 60.000 y quienes hablan de 100.000”, aunque sin dar por válidas estas cifras, y observó que ante esta realidad tampoco hay un objetivo trazado respecto a cuántas viviendas se edificarán en el quinquenio.
Y si no hay datos precisos en el gobierno nacional, mucho menos los tenemos en Paysandú, donde es manifiesta la importancia que en esta área tiene el movimiento cooperativo, aunque sin llegar a la explosión positiva que tuvo el sector durante la década del 70, cuando había cartera de tierras del Banco Hipotecario del Uruguay y se construyó la mayoría de los barrios cooperativos.
Lo único que se sabe es que tenemos un déficit y que es históricamente producto del desfasaje entre el costo de la unidad habitacional y los ingresos promedio de la población, debido fundamentalmente a la ausencia de planes de crédito específicos a largo plazo que sean accesibles para los sectores más postergados.
Como directa consecuencia, naturalmente, los alquileres del mercado inmobiliario también presentan una fuerte distorsión, sobre todo en las unidades de menor precio, que es donde se presenta mayor demanda, por lo que los planes de vivienda naturalmente deberían resultar en una mayor oferta de unidades habitacionales para nivelar la relación de los valores en el mercado.
Eso no será posible de la noche a la mañana ni mucho menos, pero es fundamental encarar un plan de viviendas agresivo y dirigido a paliar el déficit. Una posibilidad que se está explorando --aunque no todavía con la debida masificación-- es el reciclaje de inmuebles antiguos, por lo general de amplias instalaciones, pero venidos a menos y que no son funcionales como una casa-habitación moderna. Y si bien por regla general el reciclaje para su división y aprovechamiento por varias familias puede resultar más caro que construir viviendas nuevas, tiene la ventaja de que estas casas por regla general cuentan con servicios dentro del casco urbano, a la vez de eliminarse el problema de disponibilidad del terreno y el para nada desdeñable costo de la extensión de servicios.
En Paysandú, a la vez, se ha puesto en marcha un convenio entre la Intendencia Departamental y el Movtma, denominado “de rehabilitación urbana”, que apunta a la recuperación de viviendas afectadas por problemas de mantenimiento, así como de fachadas, entre otros aspectos, mediante un fondo rotatorio, en un emprendimiento positivo pero que evidentemente no cuenta con una provisión suficiente de recursos por el ministerio como para darle el impacto que podría tener en caso de una masificación. De la misma forma, desde el Poder Ejecutivo se han impulsado y contabilizado “soluciones habitacionales” que la mayoría de las veces no significan incorporar viviendas nuevas, sino distintas formas de mejorar la construcción que ya se tiene e incluso dotarlas de agua potable o saneamiento, entre otras posibilidades, por lo que la incidencia es también muy relativa.
Falta, por lo tanto, la instrumentación de programas que tengan la imprescindible contundencia para revertir este escenario que se manifiesta desde hace décadas, con gobiernos de todos los partidos, pero sin que hasta ahora realmente se hayan generado las soluciones para un mal endémico que --por lo visto-- ni siquiera tiene un diagnóstico preciso, lo que debería ser el principio.
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