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Paysandú, Lunes 14 de Marzo de 2011

En el bicentenario del nacimiento de Leandro Gómez se subrayó su férrea defensa de la democracia y soberanía

Locales | 14 Mar “La Defensa de Paysandú no es un hecho histórico solamente blanco, porque no solamente fue protagonizado por blancos. Hubo colorados en la defensa, hubo orientales de los dos partidos unidos en la defensa de la dignidad nacional, la democracia y la dignidad de hombres. Por eso les pido a los blancos que compartan esta gesta con todos, porque es de todos. De todo Paysandú, de todo Uruguay”, dijo la historiadora Ana Ribeiro en plaza Constitución, de espaldas a la Basílica, de frente al monumento a Leandro Gómez, ante varios cientos de personas que en profundo silencio escucharon su “clase a cielo abierto”, donde expuso los principales hechos de la Defensa de Paysandú 1864-1865, y el espíritu heroico de Leandro Gómez y sus hombres, que hasta sucumbir defendieron la plaza de fuerzas combinadas orientales, argentinas y brasileñas.
Cuando las campanas llamaban a misa, Ribeiro recordó que en aquellos tiempos las campanas también jugaron un papel preponderante, porque “sonaban cuando se acercaban tropas brasileñas; sonaban cuando se veían tropas que no se distinguía si venían en ayuda o al ataque; cuando se veían más barcos en el río, porque significaban más muertes, más dolor; y también cuando había carne y comida” para los defensores, rodeados por tropas superiores en número y pertrechos, pero inferiores en coraje y gallardía. Y junto a ellos, “en medio de la peor de las situaciones” que un ser humano puede vivir, “quince mujeres decidieron quedarse, aun pudiendo evacuar, sabiendo que la resistencia de esta ciudad iba a ser terrible, valientes como cualquiera de los guerreros, para cocinarle a los soldados que resistían”.
Ana Ribeiro recordó que “este país intentó con la mejor de las intenciones eliminar a los dos partidos políticos”, el Partido Nacional y el Partido Colorado, “que habían surgido cuando en Carpintería se enfrentaron por primera vez” el 19 de setiembre de 1836, a orillas del arroyo del mismo nombre, en Durazno. Fue entonces cuando “para no matarse entre hermanos y saber quién era quién, unos eligieron banderas, vinchas y pañuelos blancos y otros banderas, vinchas y pañuelos colorados. Habían nacido las divisas, los que luego serían los partidos políticos en Uruguay”.
Ese enfrentamiento y otros posteriores “fue tan duro, tan cruel, que la política inmediatamente posterior a 1851 intentó borrarlos de cuajo, arrancarlos y no verlos nunca más, porque estaban asociados al dolor, a muertes y a una destrucción sistemática de todos los recursos del país, como sucede en todas las guerras civiles en todos los puntos del planeta”.
La Defensa de Paysandú, precedida por la toma de otras ciudades en un ataque sistemático hacia el gobierno legalmente constituido, fue “un terrible final de esa etapa en la que se quisieron destruir los partidos políticos”.
Los defensores, guiados por el insigne heroico que hoy es figura medular en el recuerdo, pero especialmente en el “ser sanducero”, tenían “la convicción de que defendían la dignidad y la soberanía nacional, porque en el río había banderas brasileras, porque más allá de las trincheras había banderas argentinas”. Y fue la figura de Leandro Gómez la que pudo impulsar al puñado de heroicos defensores a mantener a todos a raya, tanto como 33 días, cumpliendo lo que el propio general escribió como respuesta a Venancio Flores cuando éste lo intimó a entregarse: Cuando sucumba. “Y sucumbió”, pero dejó en claro “que esas muertes, esa lucha, ese dolor, fue en la defensa de una legalidad, de un gobierno constituido --y es maravilloso que esta plaza lleve el nombre de Constitución-- y del honor”.
Gómez, quien “tenía tuberculosis, que no es un dato menor, recorría las líneas de defensa y cuando lo hacía se sentía su tos dolorosa de tísico”. En esas líneas “no solamente había blancos, también militares y civiles colorados en la defensa, algunos colorados con grado de oficiales, que entendieron que en Paysandú lo que se estaba defendiendo era algo más que una divisa, era la condición de la soberanía”.
Ana Ribeiro recordó varios hechos puntualmente heroicos, entre ellos el de Orlando Rivero, padre de cuatro defensores, quien logró un salvoconducto para ingresar a la ciudad por su conocimiento personal de Venancio Flores, quien le pidió que sacara a sus hijos de Paysandú “porque la ciudad cae”. Pero “lejos de decirles a sus cuatro hijos que se fueran, les dijo que estaban del lado correcto, que resistieran porque era de ciudadanos y de hombres de bien hacerlo. El más chico de sus hijos tenía 14 años”.
O la de uno de sus hijos, Pedro, quien “tenía una camisa blanca inmaculada que se convirtió en leyenda y que se tiñó de rojo con su propia sangre cuando cayó defendiendo a Paysandú, honrando el mandato de su padre”.
Hasta que la ciudad cayó y Leandro Gómez junto a otros defensores fue fusilado el 2 de enero de 1865. Hasta en ese momento final “tuvo la gallardía de enfrentar la muerte con absoluta tranquilidad y provocó esa cosa tan especial que es la admiración”.Cuando concluyó su oratoria, Ana Ribeiro recibió una ovación de pie de todos los presentes y el emocionado saludo del intendente Bentos. Luego, el escenario se iluminó para el “Poema y Canto III, Por Leandro”, de la cantata “La Heroica” de Mario Castro Bergara.
En la plaza se podía palpar un espíritu de regocijo desde el terruño, recordando a quien naciera hace doscientos años y fuera pieza clave en el momento en que la ciudad se ganó con la sangre y el coraje de sus defensores el nombre de Heroica, que desde entonces es orgullosa condición de todos quienes aquí nacen y viven.
La ciudad, por otra parte, seguía su ritmo cotidiano. Muchos miraban vidrieras por 18 de Julio, el paseo en vehículos se repetía como el sagrado rito de cada domingo, y muchos otros estaban en sus hogares. Desde cada lugar, y sin siquiera pensarlo, los sanduceros siguen haciendo camino, pensando en la defensa de sus ideales, de su dignidad, de su historia. Dispuestos a defenderlos como lo hizo el general Leandro Gómez y sus subordinados. Hasta sucumbir.


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