Paysandú, Viernes 18 de Marzo de 2011
Opinion | 11 Mar Ya no es tan idílico mirar al cielo y quedar extasiado con las estrellas, por muchas razones. La locura de la vida cotidiana, el smog que en muchas partes del mundo oscurece el firmamento, la contaminación lumínica que lo aclara, la posibilidad de verlo más de cerca en cualquier pantalla de computadora y también, por qué no, por la pérdida de romanticismo.
Pero el espacio exterior sigue allí y es utilizado por las grandes potencias y --especialmente-- las grandes empresas multinacionales para generar negocios que reditúen grandes ganancias aquí en la Tierra.
No obstante, resulta indudable que desde que comenzaron los primeros viajes espaciales en la década del sesenta, se han alcanzado grandes logros, gracias a la investigación espacial, que siempre estuvo apoyada en fines comerciales y --eventualmente-- bélicos, pero que de todas maneras generó el desarrollo de tecnologías que posteriormente fueron aplicadas a la vida cotidiana de todos nosotros.
Dentro de la “carrera espacial” el formato de transbordadores espaciales se impuso pronto y comenzó a ser probado en 1975. Se construyeron hasta ahora cinco de estas naves pero los dos primeros, el Columbia y el Challenger fueron destruidas en sendas tragedias.
El Discovery acaba de retornar a la Tierra tras cumplir exitosamente su última misión y al mismo tiempo acaba de ser retirado tras veinticinco años de servicio. Precisamente, luego de un período de inactividad tras la explosión del Challenger, el Discovery fue el encargado del primer vuelo. Uno de sus mayores logros fue la puesta en órbita del Telescopio Espacial Hubble, el 24 de abril de 1990. Este instrumento, aún en funcionamiento, permitió tomar una gran cantidad de imágenes de distintos objetos celestes con una calidad nunca antes obtenida por los telescopios en tierra, a los que la atmósfera de nuestro planeta los limita en su potencial. Otro hito en la historia de los transbordadores fue el lanzamiento de la sonda Galileo en octubre de 1989. No estuvo a cargo del Discovery, sino del Atlantis. Esta misión consistía de una sonda y un orbitador que llegaron a Júpiter en diciembre de 1995. La sonda penetró en la atmósfera del planeta enviando datos sobre su composición y características físicas.
No quedan dudas que el ser humano ha sido y es capaz de ir más allá del horizonte, explorando otros mundos, proceso en el cual descubre y perfecciona tecnologías que ayudan a un mejor vivir en su propio planeta.
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