Paysandú, Viernes 18 de Marzo de 2011
Opinion | 16 Mar Una nueva explosión --la cuarta en tres días-- en otro reactor de planta Fukushima 1 abrió las puertas a una posible fuga radioactiva, al punto que Japón pidió ayuda a la AIEA (Agencia Internacional de Energía Atómica) para que envíe un equipo de expertos en un intento de enfrentar una situación que se le hace incontrolable a partir de los eventos desencadenados por un tsunami que superó todas las previsiones adoptadas, en un país donde son frecuentes este tipo de cataclismos.
Paralelamente, desde la agencia atómica de Francia advirtieron que lo que sucede en ese país es más grave de lo que Japón y la ONU se animan a confesar. El presidente de la Autoridad de Seguridad Nuclear francesa, André-Claude Lacoste, citado por el portal web de El País de Madrid, discrepó con el nivel de gravedad que la AIEA y Japón le dan al asunto. Estos lo calificaron como de nivel 4 (“accidente con consecuencias de alcance local”) en la Escala Internacional de Sucesos Nucleares (INES), pero ellos sostienen que ya llegó al nivel 5 (“accidente con consecuencias de mayor alcance”) tal cual fue calificado el incidente de la central estadounidense Three Miles Island, en 1979. Incluso aseguran que puede llegar al nivel 6 (“accidente importante”). El número 7 (“accidente grave”) solo fue alcanzado por la catástrofe de Chernobyl en 1986.
La Comisión Nuclear Regulatoria de Estados Unidos, por su parte, ha despachado a dos expertos técnicos a Japón, informó el director del organismo, Gregory Jaczko.
Esta inquietud mundial se manifiesta a 25 años del drama de Chernobyl, cuando además aquel intento de ocultamiento de la ex Unión Soviética añadió mayor gravedad al accidente, cuyas consecuencias se manifiestan todavía hoy, y pone nuevamente en tela de juicio cual es el grado real de seguridad que puede tenerse en una central nuclear en cuanto al manejo de imprevistos o accidentes fuera de libreto.
En diálogo con EL TELEGRAFO desde Miami, Estados Unidos, el científico Eduardo Duek, quien se desempeñó durante dos décadas en laboratorios de investigación de física nuclear del Ministerio de Energía de los Estados Unidos, aseguró que la situación de las plantas nucleares se relaciona más a la parte ingenieril que a la ciencia física, dado que comprende específicamente al área de reactores nucleares y generación de energía. No obstante, la información que maneja establece que una o varias de las columnas de uranio de los reactores habrían entrado en meltdown (derretimiento) lo que, de ser confirmado, representaría “un problema grave”.
Evaluó además que si los técnicos no logran contener el ascenso de temperatura en los reactores (a través de un sistema de refrigeración que utiliza agua), sería necesaria una nueva emisión controlada de gases para descomprimir la estructura de la planta, pero sin la refrigeración aumentarían los riesgos de un incidente de mayores proporciones.
Asimismo, recordó que los incidentes de esta naturaleza se miden en una escala de 1 a 7, y lo sucedido en Japón --a su juicio-- “si bien es grave, no es lo más grave que ha pasado hasta aquí en otras centrales en otros momentos”.
“No llega a ser Chernobyl, pero puede volverse Chernobyl de acuerdo a cómo se manejen las cosas. Hay muchos interrogantes a los cuales no tenemos las respuestas todavía”, afirmó.
El desastre de Japón se da precisamente cuando en nuestro país se ha creado una comisión interinstitucional que analiza la viabilidad de instalar una planta generadora de electricidad en base a energía atómica, y por cierto que estos incidentes deben llamar a reflexión si tenemos en cuenta que se registran en países desarrollados, con la última palabra en tecnología, por más que factores externos al manejo de la planta hayan sido los desencadenantes de la situación que hoy tiene en vilo a todo el mundo.
La comisión tiene precisamente entre sus cometidos fundamentales analizar los pro y los contra de la instalación de una central nuclear en nuestro país, y por supuesto, el tema seguridad es de gran importancia pero no el único a tener presente a la hora de las decisiones. Por lo pronto en Europa, desde que se conoció la fuga en Japón, se ha dispuesto paralizar todos los proyectos en marcha hasta establecer fehacientemente cuales han sido los pormenores por los que ha discurrido el incidente, y sobre todo tomar nota de carencias en seguridad ante escenarios que no se habían previsto de antemano, nada menos que por los japoneses y bajo control de la Agencia Internacional de Energía Atómica.
Hay asimismo un aspecto a tener presente incluso más allá de los dispositivos de seguridad en el funcionamiento de una planta de estas características, y refiere a la disposición de los residuos del proceso de obtención de la energía nuclear, de gran poder contaminante y que no son degradables ni en mil años. En todo lugar donde funciona una central atómica estos elementos radioactivos son envasados en pequeños contenedores y sellados, de forma tal que no haya fugas del elemento contaminante al exterior, y son almacenados en cementerios nucleares que nadie quiere tener cerca.
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