Paysandú, Viernes 18 de Marzo de 2011
Opinion | 17 Mar A partir de la crisis internacional de 2008, que tuvo su punto de partida en la “burbuja” inmobiliaria de Estados Unidos y luego se extendió a Europa y otros países, con menor énfasis en economías emergentes, contrariamente a la regla que regía hasta entonces, se ha acuñado el término como sinónimo de distorsión encubierta de escenarios y valores sin asidero real, a partir de supuestos que luego caen como un castillo de naipes.
Se trata de la conocida “calesita” de recursos, de ir llevando las cosas hasta que no den más, apoyándose en acomodarse a las demandas del presente sin tener a la vez la previsión de establecer respaldos en valores reales a los que pueda apelarse cuando las cosas cambian.
Felizmente para Uruguay y los países de la región, esta burbuja desinflada no afectó particularmente su economía, desde que salvo unos pocos meses de caída en la demanda de los mercados internacionales, las compras de nuestros productos primarios se recuperaron y han ido en aumento hasta hoy, lo que no quita que puedan darse de un momento a otro avatares de los que nunca se está a salvo al ser el Uruguay un tomador de situaciones y no un generador de escenarios.
Y precisamente esta condición de dependencia es un elemento que debe tenerse siempre presente a la hora de la adopción de políticas económicas, porque lo que hoy nos parece lo más natural del mundo en la vorágine del comercio y el sistema financiero internacional puede en realidad estar sostenido sobre parámetros irreales, y constituirse en una burbuja que se va inflando sin que se note, hasta que aparece la realidad descarnada y da por el suelo con ese mundo de fantasía tejido sobre utopías.
Durante todos estos años ha aumentado significativamente la economía sobre la onda de los elevados precios y demanda de nuestros commodities, mientras paralelamente el gobierno ha ido inflando el gasto público, sin previsión alguna de un cambio en el escenario actual.
Lo que más llama la atención a los economistas, precisamente, es que pese a este gran aumento de la recaudación no se haya logrado llegar al equilibrio o a un superávit fiscal, por concepto de la mayor recaudación de impuestos, lo que indica que se ha disparado en la misma medida el gasto sin volcarlo realmente a reformas estructurales o medidas de fondo para reformar el Estado que nos permitan aprovechar la bonanza para quedar mejor perfilados para cuando el viento se ponga en la puerta.
En este sentido razona el economista Javier de Haedo, en entrevista concedida al programa “En Perspectiva” de El Espectador, y es así que pese a que la economía uruguaya se encuentra en franco crecimiento, De Haedo consideró que se está “un poco más cerca de que la burbuja se pinche”. Amplió que “no hay una burbuja uruguaya, Uruguay es parte de un fenómeno como estado asociado macroeconómicamente a Brasil. Vamos a seguir la suerte de Brasil, para bien o para mal”.
En ese sentido, lamentó que el Gobierno decida “pegarse” al vecino norteño “haciendo lo fácil, que es bajar el tipo de cambio”, sin realizar “los ajustes fiscales que habría que hacer. Esto va a pasar cuando las economías avanzadas se reactiven y con un riesgo de inflación empiecen a subir las tasas de interés. Allí va a ser el momento en que se dé vuelta esto”.
Peor aún, consideró que las debilidades del país están en el frente fiscal y en el laboral: “hoy estamos en la cresta de la ola y tenemos déficit fiscal. Deberíamos estar con un superávit fiscal considerable. Por otro lado, tenemos una rigidez del mercado de trabajo que no teníamos. Si no se flexibiliza el salario en ese momento, va a haber más desempleo”.
Según el economista, “la burbuja que veo hoy son commodities y emergentes prolijas, típicamente Brasil. Brasil está recibiendo inversión directa, pero mucho más inversión financiera especulativa de corto plazo o con tasas de interés locales muy altas. La bolsa, sin embargo, no está en los niveles mayores que alcanzó a mitad de 2008, pero de todos modos la bolsa en dólares está en un nivel de capitalización muy alto; el dólar, de vuelta, no llegó a 1,55 pero está pegando en el palo, anda por ahí. Estamos en eso, y Uruguay está pegado a Brasil. No hay una burbuja uruguaya, Uruguay es parte de un fenómeno como economía emergente prolija, Estado asociado macroeconómicamente a Brasil, de acuerdo con una definición de política económica muy evidente, y vamos a seguir la suerte de Brasil, para bien o para mal”.
Este es precisamente un problema asociado, el de la gran dependencia del Brasil, porque al subirnos a su estribo podemos quedar desparramados en cualquier bache. Para la mayoría de nosotros quizás sea muy difícil de verlo en este momento, cuando todo va viento en popa. Es como pretender explicarle a un niño glotón mientras saborea un gran chocolate que si come demasiados dulces éstos le producirán caries.
Indudablemente nuestro gran problema lo siguen constituyendo la imprevisión, los inmediatismos y los intereses políticos electorales, que llevan, como bien señalaba De Haedo, a que siga creciendo el gasto público y se mantenga el déficit fiscal cualquiera sea el aumento de la recaudación, y lo que es peor aún, incorporando gastos fijos como si la bonanza fuera a durar siempre, para vivir el momento sin que importe el mañana.
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