Paysandú, Sábado 19 de Marzo de 2011
Opinion | 16 Mar El uso de energía nuclear para la producción de electricidad es una de las claves del desarrollo económico de los países más industrializados. Más allá de los acontecimientos históricos y los recientes, es segura y, especialmente, muy rentable. No obstante, desde el episodio de Three Miles Island, en marzo de 1979, en Pensilvania, Estados Unidos, el hombre y la mujer común miran con cierto recelo esos hongos que se levantan en algunas ciudades de los países más desarrollados. Especialmente desde 1986, cuando el accidente de la central de Chernobyl, en Ucrania, la energía nuclear es aceptada a regañadientes, porque no hay otro sistema que pueda producir energía en tal cantidad y alta calidad, pero al mismo tiempo, un accidente pone en peligro la vida de todos quienes viven a su alrededor y en algunos casos mucho más lejos.
Uruguay investiga la posibilidad de construir su primer central nuclear, y en realidad aparece como el único modo posible para poder atender la demanda de energía eléctrica a mediano y –especialmente-- largo plazo. La energía eólica, la solar y la generada a partir de las represas o centrales térmicas, no podrán satisfacer esa demanda, al menos no a los costos reducidos de una central nuclear.
El accidente de la central nuclear de Fukushima en Japón, debido al devastador tsunami de hace pocos días, puso rápidamente el tema entre los de mayor preocupación, en la medida que por décadas el país se opuso, incluso por ley, a una central nuclear. La población, como es lógico, demostró rápidamente su preocupación.
Pero en realidad, Uruguay no tiene una historia de sismicidad, por lo que la situación no es la misma. Sí podríamos preocuparnos por el interés chileno en construir centrales nucleares, o la intención argentina de crear la cuarta central nuclear en San Juan. Ahí sí ocurrieron tragedias sísmicas que están en el recuerdo de todos. Y del mismo modo que las partículas radioactivas de Fukushima están llegando a Tokio, si existiera un accidente en una central nuclear en cualquier parte de Chile o Argentina, podría perfectamente afectarnos.
No debe el accidente de Fukushima hacer que Uruguay abandone los estudios para una central nuclear, porque para el desarrollo del país será imprescindible generar más energía eléctrica a precios competitivos en la región y puede que esa sea la única opción que tengamos.
La tragedia de Japón golpea al mundo por lo terrible. Indudablemente, la sociedad humana vive en peligro. Pero en peligro ha sobrevivido desde tiempos inmemoriales.
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