Paysandú, Jueves 24 de Marzo de 2011
Opinion | 20 Mar Cuando hace una semana los uruguayos atrasamos nuevamente el reloj en cumplimiento de la ley aprobada durante el gobierno del Dr. Tabaré Vázquez, habíamos “logrado” entre todos un ahorro energético --en el caso del consumo de electricidad-- de unos seis millones de dólares, de acuerdo a lo indicado al diario El País por una fuente de UTE.
Según estimaciones primarias que realizó el organismo, este fue el saldo de la medida de adelanto de la hora que se inició en octubre y culminó el domingo anterior, y de acuerdo a este cálculo, el ahorro representó un equivalente al 0,4% de los costos de generación que tuvo el ente energético en 2010, porcentaje similar al registrado en la campaña anterior cuando se instrumentó esta medida.
En base a las mismas fuentes, el cambio de horario habría permitido desplazar del horario pico 62 megavatios, es decir una potencia mínima respecto a la demanda del país, lo que indica que desde el punto de vista del ahorro energético la cuestionada medida no representa ningún ahorro más o menos significativo y el sacrificio que se pidió –mejor dicho, se impuso-- al Interior no ha tenido ningún rédito para el país, como se argumentaba.
Pero la cosa no termina aquí, sino que como todos sabemos, el gran objetivo del adelanto de la hora ha sido desde siempre favorecer al turismo, por entender que extender las horas de sol da más tiempo al visitante para estar en la playa, pero sobre todo para los montevideanos, que en su gran mayoría hacen horario corrido y pueden estar prácticamente toda la tarde hasta la noche sin mayores preocupaciones ante el adelanto horario.
Pero ocurre que precisamente los reparos a esta modificación del huso horario han aparecido ahora desde el sector presuntamente destinatario de los desvelos del Poder Ejecutivo, o sea el turismo, y es así que en función de complicaciones en el rendimiento para el sector gastronómico dedicado al turismo, el ministro del ramo, Héctor Lescano, anunció ya hace un mes que tiene pensado pedir al Ministerio de Industria, Energía y Minería que se estudie la posibilidad de no adelantar la hora para el próximo verano.
Roberto Kreimerman, titular de esa cartera, respondió en esa oportunidad que “hasta que no haya un planteo concreto”, su cartera no analizará un cambio al respecto, sobre todo teniendo en cuenta que hay una ley de por medio y que debe ponerse en marcha ya un mecanismo más complejo para atender puntualmente el reclamo de un sector.
Los propietarios de restaurantes, pizzerías, parrilladas y servicios similares entienden que al oscurecer más tarde, se les resta clientela a sus comercios y el turista pasa menos horas en los expendios de comida, por lo que la medida se ha vuelto en contra del sector y ya hay decididas gestiones encaminadas a modificar este estado de cosas.
La verdad es que la argumentación utilizada por el Poder Ejecutivo para adelantar la hora a efectos del ahorro energético no convence a nadie que tenga más de dos dedos de frente, desde que lo único que se hace es desplazar el consumo de un horario a otro, sin ningún ahorro que valga la pena, como lo ha confesado ahora la UTE, con irrisorios seis millones de dólares en más de mil quinientos, y eso suponiendo que efectivamente esos datos optimistas se confirmen.
Mucho menos aún tiene sustento la invocación de que el turista puede de esta forma aprovechar más la jornada de sol, por cuanto al visitante lo que menos le interesa es la hora, que sí importa para los que no hacen turismo, porque los horarios hay que cumplirlos y ello es particularmente crítico en el Interior, donde las elevadas temperaturas del verano sí se hacen sentir y hay jornadas –como bien sabemos en Paysandú- en que la canícula no da tregua ni en la madrugada, y que el trabajador debe levantarse a la hora de siempre aunque no haya podido acogerse al sueño reparador.
Ni qué decir del hombre de campo, que resulta aún más perjudicado, y que muchas veces opta por ni siquiera cambiar la hora, aunque en el momento de efectuar trámites en la ciudad la cosa se complica para quien no tiene más remedio que ajustarse al “toqueteo” del huso horario por quienes están cómodamente sentados detrás de un escritorio y se guían por la teoría de que “todo da lo mismo”, con su equipo de aire acondicionado que no lo tiene el trabajador rural, el albañil, el operario de una fábrica ni el herrero.
En nuestro país, al no tener un régimen de gobierno federalista, no es posible hacer lo que las provincias argentinas, que lisa y llanamente no se acogen a los dictados del gobierno de Buenos Aires y simplemente optan por no cambiar la hora, por lo que la medida desde hace unos años se dejó sin efecto en el vecino país.
Pero estamos en el Uruguay de Montevideo, donde todo se decide en función de lo que interesa a los capitalinos y en este caso al Este, sin que a la vez los legisladores del Interior, sobre todos los del oficialismo, hagan sentir la voz de sus votantes para oponerse a medidas centralistas como las que nos ocupa y se dedican en cambio simplemente a hacer buena letra con la dirigencia central de sus partidos, a cuenta de futuras promociones.
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