Paysandú, Viernes 25 de Marzo de 2011
Deportes | 21 Mar Hay una regla no escrita dentro del boxeo mundial --injusta por demás-- que reza que el visitante tiene, de entrada, uno o dos puntos menos que su rival. Es como si el local tuviera un +2 a su favor antes de subir al ring, o el visitante un -2.
Por eso, quien oficia de visitante sabe que, para ganar una pelea, debe imponerse con claridad, ser totalmente superior a su rival. Y, en el mejor de los casos, noquear a su oponente para no dejar dudas.
La española Loly Muñoz tenía claro una parte de esa regla no escrita al momento de intentar sacarle la corona mundial de la WIBA a la uruguaya Chris Namús en el Palacio Peñarol, en la madrugada de la víspera.
A partir del tercer round fue superior en todos los aspectos a su rival, mostrando un boxeo hasta si se quiere raro, con la guardia baja, sin tener en cuenta el hecho de que Namús podía lastimarla. La oriunda de Barcelona tenía en claro que podía no solo absorber los golpes, sino que podía lastimar y mucho con su potencia.
Muñoz aprovechó el mal planteo de Namús, que nunca hizo valer la distancia de brazos y, al contrario, se prendió en el choque, en el juego que propuso la visitante.
Tras dos buenos primeros asaltos, la uruguaya perdió pie en el ring. Es más: la campana al término del tercer round le permitió seguir en combate, cuando prácticamente estaba nocaut. A partir de ese momento la visitante se impuso con claridad, lastimando asalto tras asalto a la campeona. Esa ley no escrita, que reza que el visitante debe ser claramente superior a su rival para poder ganar, parecía desvanecida. Pero Muñoz cometió un grave error: no liquidar a su rival cuando pudo hacerlo. Claro está, para ello colaboraron todos: el árbitro, el rincón y el cronometrista. Es que en el último asalto, Muñoz fue letal, y ya groggy (no era de sorprender si se decretaba el nocaut técnico), Namús se abrazó permanentemente a la española intentando rescatar aire y parar el castigo. El único recurso fue tirar el bucal, cuando ya no podía mantenerse en pie. La uruguaya estaba nocaut y quedó evidenciado cuando fue a su rincón, que hizo todo el tiempo del mundo para tratar de reanimar a su pupila. E, increíblemente, la pelea se finalizó de apuro, cuando faltaban 32 segundos de combate y la española tenía el triunfo por nocaut en sus puños.
Pero no fue así: la rarísima situación tendría un nuevo y vergonzoso capítulo cuando las tarjetas dieron por vencedora a Namús. Uno de los jurados dio empate, lo que podría ajustarse a esa ley no escrita a la que hacíamos referencia. Otro, en un fallo totalmente localista, dio ganador a Namús por un punto; y otro, totalmente falto de realidad, le dio cuatro puntos de diferencia a la uruguaya.
Muñoz no esperó el fallo. Sabiendo lo que se venía después de que el árbitro y cronometrista le impidieran el triunfo por nocaut, salvando a una Namús groggy en el ring, tenía en claro que el golpe final para tirar abajo su gestión serían las tarjetas. Namús, que terminó desfigurada, perdió con claridad; pero retuvo el título gracias a un papelón.
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