Paysandú, Sábado 26 de Marzo de 2011
Opinion | 23 Mar Cuando todavía se desconoce la real magnitud que finalmente tendrá el desastre en las plantas nucleares de Japón, en el marco de la enorme tragedia del terremoto y tsunami en cuanto a devastación y costo en vidas humanas, ya se esperan las primeras consecuencias en el mercado internacional del nuevo escenario para la energía nuclear, cuando ya más o menos se habían acallado los ecos del desastre ocurrido en Chernobyl (ex URSS) en 1986.
Por lo pronto ya existe un “parate” en cuanto a los proyectos de construcción de nuevas centrales nucleares en varios países, en otros se han paralizado algunas que estaban en marcha y con problemas de edad, y existe en la opinión pública internacional --sobre todo en Europa-- una ola de rechazo al uso de esta energía debido a problemas de seguridad, especialmente porque más allá de la entidad de un incidente en sí en cuanto a vidas humanas, existe temor ya visceral a la manifestación en el tiempo de la contaminación, sus consecuencias de diversa índole para la salud humana y la vida en general.
Es que una cosa es una inundación, un incendio, una explosión en una planta, del energético que fuere, que se focaliza en el episodio --por más aterrador que sea-- y otra una fuga radioactiva invisible que afecta por muchos años lo que esté a su alrededor. Y esta aprensión, conjugada con la crisis de las plantas en el país asiático, en el marco de una demanda energética mundial en persistente crecimiento y con recursos fósiles encarecidos por su menor disponibilidad y costos de extracción, da lugar a fundadas especulaciones respecto a cuál será la evolución del mercado, cuando todo parece indicar que la energía nuclear aparecerá por varios años por lo menos “devaluada”. Aunque Francia, por ejemplo, que depende en un ochenta por ciento de sus plantas atómicas, subraya que seguirá apostando a esta energía, que no ha dado problemas de seguridad en su país pero a la que la opinión pública sigue mirando con desconfianza.
Una de las consecuencias que aparece como inmediata en el horizonte es el aumento de la demanda y el precio de la energía eólica y el gas natural, dos energéticos que ya forman parte de la apuesta del Uruguay para la reconversión de la matriz, a lo que debe agregarse la interrogante sobre la evolución del valor del petróleo que, naturalmente, tiene un alto componente especulativo y de expectativas.
De acuerdo a los expertos, la repercusión sobre este último combustible fósil no debería ser significativa, por cuanto este carburante tiene uso masivo en el transporte pero no en cuanto a la generación de electricidad, en tanto las energías nucleares sí producen el 17 por ciento del total. No ocurre lo mismo con el gas natural, la energía eólica y la solar, que sí son sustitutivas para la producción de electricidad y que por lo tanto inevitablemente resultarán más atractivas para las inversiones, mientras durante varios años se mantenga el estigma de los potenciales accidentes nucleares.
A juicio del director nacional de Energía, Ing. Ramón Méndez, resulta claro que la tragedia de Japón va a determinar que “el resurgimiento de la energía nuclear que se estaba dando en Europa con varios proyectos de nuevas centrales tenga una marcha atrás muy importante”, y estimó como “más que probable que se dé un vuelco más que significativo hacia las energías renovables y eso va a repercutir en la suba de los precios de algunos, como el caso de los aerogeneradores eólicos, que van a tener una demanda muy importante”.
En cambio, en el caso de la energía fotovoltaica podría darse el fenómeno inverso, desde que una masificación de la demanda abatiría costos de producción y ello resultaría beneficioso para el mercado demandante. Pero hasta ahora este energético es de escasa repercusión en la matriz, lo que no ocurre con el caso del Gas Natural Licuado (GNL), que sí es parte de la apuesta del Uruguay e incluso está en proceso el proyecto de instalación de una regasificadora.
Nuestro país precisamente está por comenzar a negociar contratos para la compra de GNL a diez y quince años para la regasificadora, y esta instancia se va a dar en un contexto de presión al alza, que en cambio podría más o menos revertirse cuando comience a ceder el impacto por la crisis en las centrales niponas, dentro de unos años. Por cierto, también existe la posibilidad de que además de las energías renovables, como la eólica, los desechos forestales y la solar, que aparecen como las más accesibles, se pueda promover la instalación de alguna central nuclear, sobre cuya viabilidad se ha integrado una comisión que elaborará un informe con elementos de juicio para adoptar una decisión al respecto.
Pero es innegable que los imponderables juegan a la hora de las decisiones, y que el factor energético, como sector estratégico, debe responder a políticas de Estado que permitan trascender lo coyuntural para centrarse en objetivos de mediano y largo plazo que, dentro de cierta relatividad, nos den seguridades respecto hacia dónde vamos o queremos ir y que, por lo tanto, diversificar la matriz energética lo más posible aparece como la apuesta más razonable, ante avatares frente a los cuales jamás estaremos a cubierto.
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