Paysandú, Domingo 27 de Marzo de 2011
Opinion | 26 Mar En convocatoria de carácter obligatorio para los menores de 75 años, el cuerpo electoral integrado por trabajadores, pasivos y empresarios deberá concurrir a las urnas este domingo para elegir a los denominados “representantes sociales” en el Directorio del Banco de Previsión Social (BPS), en cumplimiento de una norma que en su momento pretendió ser revulsiva en cuanto a dar participación directa a los propios sectores interesados representados en este organismo provisional. Sin embargo, en los hechos la mayoría del Directorio está integrado por delegados del gobierno de turno y por lo tanto son los que toman las decisiones.
Como obligatoria que es, la elección conlleva los mismos hechos y consecuencias que los que surgen de una elección nacional, es decir que se ha establecido una multa equivalente a 505 pesos por no votar, existe veda alcohólica y proselitista y no se habilitan espectáculos públicos durante el horario de votación.
El atribuir por ende una importancia similar a la de una elección de autoridades nacionales o departamentales a esta convocatoria aparece en principio como una exageración en la norma que debería ser corregida por nuestros gobernantes, pero al fin de cuentas este no es el único punto controvertido ni el más importante en la elección de los representantes sectoriales en el BPS, sino que estamos sin dudas ante elementos que traen aparejadas interrogantes sobre la esencia misma de la elección, tanto desde el punto de vista teórico como el práctico.
Por supuesto, si hay algo que está marcadamente ausente en esta oportunidad, como en las anteriores en que se puso en marcha este proceso, es en el interés popular, dado que salvo los pequeños grupos que rodean a los candidatos, la ciudadanía en general es absolutamente prescindente y se cuestiona el objeto de esta movilización, a cuya suerte no se siente atado nadie.
Este sentimiento es a la vez abonado por el hecho de que en dos de los sectores, los trabajadores y los empresarios, se han elaborado listas únicas cuyos titulares tienen asegurada su elección como directores, en tanto la única lucha electoral se plantea en el grupo de pasivos, donde el oficialismo es desafiado por dos candidatos.
Una consecuencia lógica del desinterés y de muchas discrepancias con estos hechos “cocinados” es el abstencionismo y/o voto en blanco, como se ha dado en actos eleccionarios similares, y ello debería ser un toque de atención a efectos de que el sistema político tome debida cuenta y reflexiones si corresponde seguir atados a este mecanismo o si podría llegarse a los mismos objetivos por una vía que permita obviar los aspectos más controvertidos de esta instancia electoral.
Para empezar, estamos afrontando un gasto no menor a los seis millones de dólares por un acto comicial que no despierta el menor atractivo, y que en el mejor de los casos significa elegir un representante en siete directores del BPS. Esto es así porque cuatro bancas son políticas –3 del Gobierno y 1 de la oposición--, mientras que dos de las tres restantes no tienen contendientes.
Asimismo, la falta de opciones debe llamar a profunda reflexión al sistema político, desde que está en crisis la esencia misma de una elección que debería estar abierta a dar representación a todas las opiniones. Mañana seguramente habrá muchos miles de trabajadores y también empresarios que no se sientan representados por quienes salgan elegidos, ya sea por aspectos ideológicos, como de interés personal o sectorial, todo lo que termina cuestionando el carácter democrático de la elección.
Y debe tenerse presente que las unanimidades de opinión no existen, aún en los aspectos que puedan parecer menos trascendentes, al punto que son precisamente la impronta de los regímenes autoritarios, por lo que no solo debe cuidarse el aspecto formal, del que en este caso nadie duda, sino también los elementos que en la práctica generan la distorsión que llevan a que no se expresen corrientes de opinión que seguramente existen, pero que en los hechos son aplastadas por un statu quo ya instalado o por la indiferencia de quienes perciben que algo no anda bien, pero que no tienen la decisión o los canales para así expresarlo.
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