Paysandú, Sábado 02 de Abril de 2011
Locales | 01 Abr Nació en Cuchilla del Fuego, pero vivió allí pocos años de su niñez. Cipriano Rodríguez (68) comenzó a limpiar pozos al cumplir la mayoría de edad. Aunque se trata de una actividad de riesgo, asegura que hace lo que le gusta.
Cipriano es un hombre del ámbito rural que ejerce un oficio que ya pocos practican. Capaz de confeccionar ocho pozos en un mes, abrazó esta actividad cuando tenía 22 años.
“Originalmente éramos siete hermanos, hoy solo quedamos cuatro”, comentó nuestro entrevistado al recordar su familia. Es padre de cinco hijos y su vida se circunscribe al ámbito rural. “La verdad es que a mí me gusta vivir acá. Mi madre se enfermó y la perdí cuando apenas tenía cinco años, y al tiempo nos vinimos para la zona de Esperanza”, relató.
Desde su juventud desarrolló varias actividades. Trabajó en quinta y tambo; tuvo un reparto de leche e incluso fue alambrador. “Llegué a sacar 300 litros a mano yo solo”. También –añade con orgullo-- levantó su casa con sus propias manos, desde los cimientos hasta los techos. “Yo enseñé a varios el oficio, pero es difícil que las nuevas generaciones sigan con esta profesión”. Actualmente muchas personas llegan hasta la puerta de su casa para contratar sus servicios como pocero, en tanto asegura que la mejor publicidad es el “boca a boca”. Su oficio es esencialmente manual: pico, pala y herramientas de punta. Para descender a las profundidades también cuenta con una soga, escalera y casco protector. Además, asegura no usar linterna, ya que “abajo se ve mucho mejor de lo que usted pueda imaginar. El tiempo que demandan las tareas va de acuerdo al tipo de suelo, porque a veces se encuentra piedra y se avanza muy lentamente. En una oportunidad me tocó un caso que en dos días apenas puede perforar diez centímetros por la dureza de la piedra. Fue imposible. Es increíble, pero los trabajos pueden demandar desde uno a tres meses”.
La máxima profundidad que llegó a perforar fue de 20 metros, aunque en trabajos de mantenimiento descendió hasta 38. La construcción de un pozo incluye detectar el agua, perforar hasta encontrar la vertiente, fabricar el brocal en ladrillo y limpiar una vez concluido el trabajo. Para saber dónde está la vertiente, se vale de una vara de mimbre recién cortada --en forma de horqueta-- con la que detecta el vital elemento.
En cuanto al mantenimiento de los pozos, don Cipriano aseguró que “si el agua fluye de continuo no es necesario mantenerlo. Pero hay algunos que se secan, sus propietarios los dejan, y ahí es donde hay que atenderlos. Porque hasta las hormigas pueden provocar un desmoronamiento”.
Sostuvo que la forestación hizo que algunos pozos se secaran, obligando a efectuar perforaciones a mayor profundidad. Explicó que existen dos tipos de pozos: los semisurgentes, que se valen de una bomba eléctrica, y los comunes, que requieren extracción a balde.
“Se trata de un trabajo muy difícil. No es una tarea linda, ni para cualquiera. En algunas oportunidades he tenido que retomar trabajos de otros poceros que no han podido concluir con lo solicitado y ello también requiere de una cierta dedicación. Hace unos 15 años aproximadamente --en Pandule-- tuve que encarar un trabajo que nadie lo podía hacer y por suerte lo terminé. La señora de la casa no se despegó del lugar por temor a que me pasara algo a tantos metros de profundidad. Después me confesó que fueron varios los que intentaron reparar el pozo y nadie pudo. Yo sí”.
En cuanto al costo del trabajo, Cipriano dijo que “depende de las características; si es semisurgente, o a balde, el tiempo que lleva y el tipo de suelo. Hoy se construye mucho semisurgente, producto de que cada vez más se necesita perforar a mayor profundidad. De pozos de 30 metros, que se puede hacer a pico y pala, han pasado a 60 y 70 metros”.
También dijo que en algunas oportunidades y en tiempos de sequía ha tenido mayor demanda, “aunque en esta última no cambió mucho las solicitudes”. Finalmente, aseguró que “el agua que se extrae por los campos sanduceros es de buena calidad”, en tanto manifestó su deseo de seguir trabajando. “Mientras Dios me brinde valor y fuerzas yo voy a continuar con este trabajo. Por suerte no estoy solo, me ayuda Juan, uno de mis hijos. A él siempre le digo que es importante que la gente lo vea trabajar, porque así siempre va a tener trabajo”, concluyó.
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