Paysandú, Domingo 03 de Abril de 2011
Opinion | 31 Mar En un análisis sobre la situación que vive América Latina, el presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Luis A. Moreno, estimó que la región se encuentra muy bien perfilada para la presente década, ante el escenario internacional, pero a la vez advirtió que existe un elemento de incertidumbre que se ha agregado en estos días debido a la catástrofe que afecta a Japón y un eventual efecto de arrastre.
Al analizar en qué medida tendría repercusión este desastre en la nación nipona para América Latina, el jerarca reconoció que “no lo sabemos todavía”, pero sí evaluó que de persistir los problemas de contaminación en la planta de Fukushima, se acrecentará la incertidumbre respecto a la utilización de la energía nuclear, “lo cual puede influir sobre la demanda de combustibles fósiles y renovables, en tanto por otro lado comprueba la importancia de tener planes de mitigación y reacción listos”.
Igualmente, estos aspectos no afectan su postura respecto a la región, habida cuenta de que ha proclamado en más de una oportunidad que “esta debería ser la década de América Latina. Hablo de la inmensa oportunidad que tenemos de crecer más rápido gracias a los cambios estructurales que están teniendo lugar en el mundo. Pero tenemos que aprovechar ese viento a favor y la lista de cosas por hacer es larga”.
El optimismo del presidente del BID no es infundado, si se analiza el escenario y el papel que está destinado a cumplir el subcontinente como el gran reservorio de recursos naturales todavía inexplotados, en un mundo con creciente demanda de materias primas y acuciado por problemas notorios en cuanto a disponibilidad de energéticos y productos alimenticios.
Pero no todo son rosas, desde que mientras por un lado tenemos enormes recursos naturales, por contrapartida el estigma del subdesarrollo es un lastre todavía demasiado pesado como para augurar que estos factores nos impulsen hacia un crecimiento sustentable, que es el gran desafío que se abre para los países latinoamericanos considerados como un todo, pero sin dudas cada uno con características propias que no es posible extrapolar de una nación a otra sin cometer un serio error de apreciación.
Lo que sí es notorio es que el destino de abastecedor de materias primas sin procesar no es el papel que más le sirve a la región ni mucho menos, por más que la alta demanda esté impulsando al alza a los valores de los productos primarios y este factor se esté manifestando con una bonanza en las respectivas economías.
Lo señala Moreno cuando evalúa que ante esta vulnerabilidad, la respuesta debe darse en “mantener una base productiva diversificada, que no nos concentremos en unos pocos mercados y que aprendamos a ser responsables con las bonanzas, lo que incluye guardar para la época de las vacas flacas, invertir en educación e ir aguas arriba en cadenas de valor. La región tiene enormes recursos naturales. No aprovecharlos sería una tontería”.
El punto es que no sería la primera vez que los países latinoamericanos tropiezan con esta piedra y no podemos evitar en este contexto hacer referencia a nuestro país, cuando el jerarca menciona el guardar para las épocas de vacas flacas, que vaya si las hemos tenido, y siempre al descubierto, como lo sufrimos en la crisis de 2002.
De este pozo se salió en ancas de una coyuntura favorable internacional que hoy perdura, felizmente, tras algunos meses de cierta incertidumbre por la crisis de 2008, pero este mejor perfil en base a nuestros productos agropecuarios es meramente coyuntural y por ende no sustentable tan pronto cambie el escenario internacional. Estamos en vacas gordas en la economía, como pudo haber sido para Uruguay en los años siguientes a la Segunda Guerra Mundial, o por ejemplo durante el “peso-oro” de principios del Siglo XX, pero hoy como ayer, indudablemente la distribución no siempre es equitativa, y no todo el mundo se ha favorecido en la misma medida por este derrame de dinero en el tramado socioeconómico. Encima, el gobierno se ha equivocado de medio a medio cuando se gasta todo lo que ha ingresado de más para hacer de “rey mago” con el dinero de todos, sin pensar en el retorno de ese dinero o siquiera si será posible reducir el gasto en caso de una eventual recesión, ya sea por arrastre de alguna crisis internacional que nos afecte o simplemente que no sigan entrando divisas al por mayor como hasta ahora.
Este es el punto pendiente, el ahorrar para la época de vacas flacas, y lamentablemente se hace realidad el temor del presidente de BID de que no hemos aprendido de nuestros errores, porque además, en el caso de toda América Latina, “tenemos una muy baja productividad, una infraestructura pobre y una desigualdad muy alta, entre muchos defectos”, y fundamentalmente, se tropieza con cortoplacismos que conspiran contra el desarrollo, así como voluntarismos que buscan réditos políticos en la próxima elección, a contramano del interés general y de la sustentabilidad que tanto necesitamos.
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