Opinion | 03 Abr La aparición en el vertedero de Guichón de 50 latas de endosulfán, de 20 litros cada una, y conteniendo restos de este potente producto fitosanitario, considerado tóxico por su alto poder contaminante y acción residual y bioacumulable, no sólo da cuenta de la irresponsabilidad de quien haya cometido este hecho sino también de la necesidad de lugares adecuados para la disposición final de este tipo de residuos peligrosos.
El endosulfán es un insecticida organoclorado, disruptor endocrino, altamente tóxico, utilizado comúnmente en los plantíos de soja. La Evironmental Protection Agency determina que los residuos de endosulfán en los alimentos y el agua conllevan riesgos inaceptables para la salud humana. Es muy persistente en el ambiente (hasta 6 años), bioacumulable en peces y altamente tóxico para abejas; ha sido prohibido en más de 50 países y en Uruguay su uso ha sido restringido en 2007.
El hecho provocó la reacción de vecinos de Guichón que tomaron fotos y filmaron como pruebas ante la Dirección Nacional de Medio Ambiente. En tanto, el Municipio radicó una denuncia ante la Policía para que se investigue, así como también un incendio ocurrido en el mismo sector donde se encontraron los envases.
Todo parece indicar que a menos que se tratase de una compra irregular, no será difícil dar con la persona que haya adquirido y utilizado este fitosanitario a los efectos de tomar las medidas que correspondan.
Independientemente del hecho puntual, es importante señalar que el país se encuentra retrasado en lo que respecta a la gestión ambientalmente adecuado de los envases y productos químicos peligrosos.
Si bien funcionan ciertos circuitos de recolección y acopio en algunos puntos del país, no existe aún un lugar de disposición final para este tipo de desechos. Y esa es una materia pendiente que debe encararse con urgencia, especialmente porque ha sido explosivo el crecimiento del área sembrada de algunos productos que –como la soja-- requieren de aplicaciones de agroquímicos.