Paysandú, Martes 05 de Abril de 2011
Opinion | 29 Mar A 20 años de la creación del Mercado Común del Sur, (Mercosur), una unión aduanera que despertó grandes expectativas en nuestro país, teniendo en cuenta que nos asomábamos de un día para otro a un mercado de doscientos millones de habitantes, el saldo del proceso es por cierto magro, pese a que actualmente gran parte de nuestro intercambio comercial se desarrolla con los países que integran el bloque.
Quizás tenga que ver con esto el hecho que lo que era pensado como una complementación económica ha funcionado en gran medida como la búsqueda y promoción de sociedades y afinidades ideológicas entre gobiernos, lo que por cierto colide con la esencia del Mercosur y también con nuestros intereses, desde que la coyuntural contemporaneidad de gobiernos afines no quita que a la vez haya intereses que pugnen por obtener su tajada, mantener privilegios o cubrirse del ingreso de la competencia, aunque en el acuerdo figure como aspecto prioritario la libre circulación de mercaderías.
Igualmente hay tanto luces como sombras, y como un aspecto positivo podemos tener en cuenta que entre 1991 y 2010 los países del Mercosur multiplicaron por diez su intercambio comercial, el que pasó de casi 8.000 a 86.000 millones de dólares.
El proceso no ha sido igualmente de un desarrollo parejo, desde que se registró un aumento del peso de las exportaciones con origen a los países del bloque durante los primeros años de su creación y luego tuvo altibajos. En 1998 las ventas intra zona para el Uruguay llegaron a constituir el 55,3 del total pero luego descendieron a un mínimo del orden del 23 por ciento, para llegar en 2010 a casi el 32 por ciento, que es todavía algo inferior al que se registraba ya en 1991.
Entre los factores que tienen que ver con estos avances y retrocesos, sin duda incide primordialmente el de las asimetrías en las economías de los dos socios mayores del bloque, Brasil y Argentina, por un lado, y los asociados menores, Uruguay y Paraguay, por otro, pero sobre todo su inestabilidad, a lo que se agregan las prácticas bilateralistas que han llevado adelante los dos países mayores, que se han puesto de acuerdo en varias oportunidades en una serie de decisiones en forma inconsulta y que luego plantean como hecho consumado a nuestro país y a la nación guaraní.
Incluso Brasil, para quien la unión aduanera regional no figura entre sus prioridades ni nada que se le parezca, también ha adoptado medidas unilaterales que han dejado graves secuelas en el relacionamiento con sus socios, y es así que en 1999 dispuso una maxi devaluación de su moneda. Por aquél entonces este recurso interno de Brasil desencadenó una crisis regional que primero arrastró a la Argentina, que a su vez hundió al Uruguay.
Ello trajo aparejado el cierre de emprendimientos y la pérdida de miles de empleos, lo que si bien resultó en un serio impacto para nuestra economía y el tejido socioeconómico, por lo menos sirvió para hacer ver en todo su dramatismo las negativas consecuencias de poner todos los huevos en una misma canasta y ha sido determinante para un aprendizaje traumático sobre la conveniencia de diversificar los mercados.
El punto es que si bien la finalidad del Mercosur era convertirse en un mercado común, debió conformarse con ser una unión aduanera imperfecta, es decir con serias limitaciones, y no respondió a las expectativas de que se registrara no solo un aumento del comercio, sino también una libre circulación de mercaderías y ciudadanos entre los cuatro países, por lo menos a partir de un período razonable de unos pocos años.
A la vez, los intereses sectoriales han primado frecuentemente sobre el proceso integracionista, y a menudo nos encontramos con que sobre todo Argentina y Brasil aplican trabas para arancelarias, como es el caso de las licencias no automáticas de importación que demoran los trámites de importación. En tanto, paralelamente debe tenerse presente que al ser socio pleno del Mercosur, Uruguay se ha visto impedido de establecer acuerdos comerciales bilaterales de suma importancia –incluyendo tratados de libre comercio-- con Estados Unidos, Unión Europea, China y Japón. Por no haberse concretado todo esto, no sabemos realmente si de no estar en el Mercosur, no hubiéramos terminado exportando tanto como lo hacemos hoy, o quizás mucho más.
Por otro lado, Brasil ha entorpecido desde el primer momento las negociaciones con la Unión Europea para establecer acuerdos bloque a bloque, lo que indudablemente ha perjudicado a nuestro país, simplemente porque la nación norteña no tiene ningún interés en la habilitación de importaciones de extra zona que puedan sustituir los productos terminados que coloca dentro del Mercosur.
Es decir que el “más y mejor Mercosur” ha quedado por ahora como una mera expresión de deseos, porque a una de cal le sigue una de arena. El punto es que no hay muchas alternativas para nuestro país, que no puede sustraerse a la realidad de la zona de la que forma parte, por lo que la mejor opción es mantenerse en el bloque y promover dentro de lo posible acciones para mejorar esta realidad, apuntando a incrementar su intercambio comercial con otros mercados, poniendo énfasis en la diversificación, para no tropezar dos veces con la misma piedra.
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