Paysandú, Martes 05 de Abril de 2011
Opinion | 29 Mar La apatía de los uruguayos por informarse respecto a las elecciones del Banco de Previsión Social fue el ingrediente principal de una jornada en la que la desinformación y la confusión generaron todo tipo de situaciones. Y el ejemplo mayúsculo fue el propio presidente de la República, quien no pudo votar porque cuando llegó al circuito se enteró de que su credencial no estaba en el padrón de habilitados.
Aunque el presidente se ofuscó ante cámaras y dijo que “es un disparate lo que están haciendo” y que “el BPS está funcionando pésimo”, lo cierto es que era correcto que no figurara, porque en los doce meses anteriores al cierre del padrón elaborado por el Banco de Previsión Social había estado desafiliado del organismo por unos días: el cambio de cargo del Senado a la Presidencia y su renuncia a la banca de senador hicieron que estuviera desafiliado durante unos 14 días y eso le impidió votar.
Muchos otros uruguayos activos, empresarios y jubilados tampoco fueron incluidos en el padrón ya sea porque no tenían un año ininterrumpido (al 30 de junio de 2010) en su actividad laboral, no hacía 12 meses que se habían jubilado o accedido a una pensión, o no contaban con un año de actuación como empresarios, aunque también es cierto que hubo algunos casos en que debieron figurar en el padrón, pero no estaban allí. Quizá muchas de esas personas también fueron a votar y se encontraron con padronesa sorpresa, pero el hecho de que hayan ido hasta el circuito y hasta esperado pacientemente para luego ver frustrada su intención, no es culpa del BPS, ni de la Corte Electoral, ni menos aún de los funcionarios que debieron comunicarles que no podían sufragar.
Durante 2010 el BPS hizo profusa publicidad indicando cómo hacer para comprobar si cada activo, pasivo o empresario estaba en el padrón y además puso a disposición un teléfono de llamadas gratuitas y un sistema mediante Internet para corregir los posibles errores.
Resulta obvio que muchos no se informaron. Entre ellos el presidente de la República que, felizmente en este país, a la hora de ejercer sus derechos y obligaciones como elector es considerado un ciudadano más. Lo ocurrido al mandatario fue noticia no sólo por su desinformación sino porque además se enojó y expuso su malestar cuando, en realidad, el único responsable del mal momento era él mismo o sus secretarios que no le comunicaron cuál era su situación respecto a este tema.
Sobre las causas del desinterés sobre estas elecciones, seguramente hablarán los politólogos, sociólogos, funcionarios o políticos, pero la alta cantidad de votos en blanco y anulados hablan por sí mismos en cuanto a lo poco motivador que pueden llegar a ser unas elecciones obligatorias en las que, por diversos motivos, nos le importan a nadie. Y por último, cabría preguntarse si no se estará confundiendo participación con representación, que son cosas diferentes.
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