Paysandú, Martes 05 de Abril de 2011
Rurales | 03 Abr “Cuando comencé a trabajar en Calpa a principios de la década del ‘80, los productores se enteraban de los precios de los granos o las expectativas de los cultivos, escuchando programas de radio, o incluso cuando recién llegaban a cobrar lo cosechado. Hoy ya saben qué valor tendrá la de 2012, cuando aún no se cosechó la soja 2011”. Las apreciaciones corresponden al ingeniero agrónomo Pablo Nolla, al comentarnos algunas anécdotas de una historia muy particular: trabajar para una cooperativa agrícola durante casi 30 años.
Obviamente no es poco tiempo. Más aún, habría que aclarar que es “toda una vida”. Y así lo entiende Nolla, que a pesar de no querer volverse nostálgico con los recuerdos, sabe que los cambios desde aquel entonces han sido realmente importantes en todos los órdenes.
Es bueno aclarar que la nota se demoró en el tiempo, ya que Nolla hace más de un año que dejó de pertenecer al staff de la cooperativa al acogerse a los beneficios jubilatorios. Pero como dicen que “nunca es tarde cuando la dicha es buena”, aguardamos el momento que consideramos más propicio para sentarnos a conversar y plasmar en estas líneas, parte de los recuerdos imborrables de este profesional sanducero.
“No me puedo olvidar cuando unos amigos me llamaron en aquel entonces para tratar de entre todos formar un equipo, y lograr revertir una situación muy difícil de la cooperativa, hace 28 años atrás”, comenta el técnico sanducero, ya jubilado de su actividad en la hoy Cooperativa Agraria Nacional (Copagran).
Precisamente el primer recuerdo que le viene a la memoria, es cuando visitó por primera vez la planta de silos, ubicada en el kilómetro 6,500 de Ruta 90. “Había en un solo galpón con 6.000 toneladas de trigo, un dato que sirve conocer, porque el promedio años más tarde de Copagran fue de 25.000 toneladas, con alguna zafra con más de 30.000 toneladas, e incluso una zafra en especial, en donde llegamos a las 42.000 toneladas”. Explicó que la capacidad de la planta es de 25.000 toneladas, por lo que apenas tener 6.000, demostraba la escasa propuesta productiva de aquel entonces en la zona. Recuerda que desde ese momento se comenzó a trabajar diferente, “no porque yo entré a trabajar, sino porque el equipo determinó que debíamos salir nuevamente a buscar a los productores, a explicar qué era el cooperativismo”.
Otra anécdota del momento y aportada a EL TELEGRAFO por directivos de aquel entonces, establece que al término de una asamblea y en momentos del tradicional brindis, un integrante del directorio de la cooperativa, médico veterinario, sostuvo que “si se llenaba un galpón pagaba la botella de whisky; y realmente cumplió con la promesa”, porque las cosas comenzaron a cambiar.
Incomunicados
Si tomamos en cuenta los grandes avances de la tecnología en los últimos años, decir que los técnicos de la cooperativa estaban prácticamente incomunicados, no es ser sensacionalista. Hoy existen los celulares, GPS, transmisiones satelitales y los técnicos se manejan de forma más organizada. En aquel entonces, Nolla recuerda que “salíamos temprano a charlar con los productores”.
De los aspectos que más se valora de aquel entonces, son las horas de trabajo, porque ni cerca estábamos de contar con la tecnología de hoy. Las comunicaciones tampoco eran parecidas a las actuales y la única forma de conocer que sucedía, era a través de la radio.
Es bueno recordar que ni siquiera había en ese entonces emisoras de frecuencia modulada (FM), y los productores en el ‘80 debían interiorizarse de las novedades a través de las informaciones de Atilio Martínez en Radio 35, o José Pedro “Pepe” Bedat en La Voz de Paysandú, CW 39, que en definitiva, eran los programas agropecuarios con que contaba Paysandú. También estaban las radios capitalinas, e indudablemente en este caso sobresalía la presencia del doctor Eduardo J. Corso.
recambio
Hablando de un tema, al entrevistado rápidamente la viene a la mente otros casos. Y es que también está el recambio generacional, sostiene. “Terminé trabajando con los hijos de los productores que fuimos a buscar cuando me inicié en esta tarea en la cooperativa”.
“Hacer un trabajo de extensión y tratar de hablar y llegarle al productor no es fácil, y menos aún cuando el momento es difícil. En aquella época la agricultura estaba con muchos problemas de precios; las cooperativas no ofrecían demasiadas ventajas, las plantas de silos eran arrendadas y por lo tanto los costos no beneficiaban demasiado”.
El trabajo de integrar nuevos cooperativistas a la empresa local comenzó por zonas como Quebracho, Guichón, San Javier. Los productores “comenzaron a entender al funcionamiento y se fueron adaptando”.
Obviamente que también se debe tener en cuenta los diferentes problemas que ha tenido la producción agropecuaria. Citó casos como la sequía entre los años 2000 y 2003, donde la problemática “fue seria”. Pero ya había otra forma de pensar el productor y era otro el apoyo de la cooperativa”.
Sostiene que entonces “el productor sembraba y recién después de entregarnos el producto, se enteraba del precio cuando venía a la cooperativa y se le hacía la liquidación. Si será grande la diferencia, que hoy estamos viendo con qué ventajas se va a sembrar la soja, y no con que precio, porque ya está. Reitero, hablo de la soja de 2012, cuando aún no se cosechó la de 2011”.
“Lo dije cuando me retiré de Copagran. Hay que seguir cuidando a los productores chicos, porque desde aquella época a hoy, han desaparecido, y son los que no se debe dejar de lado en ningún momento. En aquel entonces apuntalaron a la empresa, por lo tanto, hoy que los hijos están en predios chicos la única defensa que tienen es el cooperativismo”.
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