Paysandú, Viernes 08 de Abril de 2011
Opinion | 04 Abr A esta altura la mayoría de los uruguayos sabe que las fugas de los hogares del INAU son moneda corriente. Pero cuando los datos confirman la idea de que los hogares permanecen “de puertas abiertas”, no deja de sorprender.
De acuerdo con los datos de las fugas de 2010 registradas en los hogares del INAU, en promedio, ingresan diariamente a los centros de privación de libertad tres adolescentes, y otros tres se fugan. Según informó El Observador, el dato surge de los propios funcionarios del organismo, que informaron que durante todo el año pasado se llegaron a fugar mil menores, principalmente desde centros abiertos de la Colonia Berro.
Según datos de 2009 del Poder Judicial (los últimos disponibles) los jueces iniciaron procesos penales a 977 adolescentes. Si se divide esa cifra por los días del año, da un resultado de 2,7 procesados, que se puede promediar en tres, más si se tiene en cuenta que la delincuencia juvenil ha venido aumentando. A su vez, el Observatorio de Violencia y Criminalidad concluyó recientemente una investigación que revela que en el 45% de las rapiñas cometidas en 2010 participaron menores. El Ministerio del Interior está convencido de que si se logran evitar las fugas del INAU, las rapiñas se podrían reducir a la mitad.
Pero parece que el organismo está despertando lentamente de su aletargamiento y el último centro de reclusión inaugurado en Montevideo cuenta con fuertes medidas de seguridad y vigilancia para evitar fugas. No obstante, esto no es suficiente pues su capacidad es limitada: 34 menores de mediana peligrosidad. Mientras tanto, con la lentitud que caracteriza al Parlamento, está en estudio la creación de un Instituto de Rehabilitación para Menores.
No obstante, mirando la problemática a largo plazo, sería aún más positivo prevenir que los menores se vean involucrados en delitos. Por un lado, castigando a los padres por propiciar que sus hijos participen en delitos para beneficiarse económicamente, y generando conductas positivas en los menores, como el estudio, el deporte y actividades que le sean provechosas. La rehabilitación de los menores infractores es fundamental para bajar la delincuencia juvenil pero también lo es evitar que lleguen a estar en conflicto con la ley.
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