Paysandú, Sábado 09 de Abril de 2011
Opinion | 05 Abr El accidente nuclear “será una larga batalla”, reconoció en las últimas horas Goshi Hosono, consejero del primer ministro japonés Naoto Kan, en una entrevista televisiva, y acotó que serán necesarios varios meses para detener las fugas radioactivas que se manifiestan desde el maremoto del 11 de marzo, que devastó la costa de la nación asiática, con un saldo de más de 30.000 muertos.
Tras el terremoto y el tsunami, y el posterior rescate de víctimas y la incipiente reconstrucción, día a día se difunden a todo el mundo las consecuencias de la contaminación en los reactores de la central nuclear de Fukishama, que aunque en un grado menor que el desastre de Chernovyl en Ucrania en 1986, amenaza con constituirse también en una hecatombe en los esfuerzos por difundir la energía nuclear como “limpia y confiable”, para producir electricidad.
La realidad ha puesto de manifiesto que la fuerza de la naturaleza es tan devastadora como imprevisible, porque el tsunami golpeó duro donde más dolía, en este caso en el abastecimiento de energía para enfriar los reactores, por lo que el aumento de temperatura y las fugas por roturas han sido un caldo de cultivo de una contaminación todavía impredecible en cuanto a sus consecuencias.
Pero lo que sí es cierto que se han parado en prácticamente todo el mundo los emprendimientos de generación de electricidad por plantas atómicas, y donde siguen funcionando se han redoblado esfuerzos en pos de medidas preventivas que permitan estar más o menos a cubierto de avatares como los acaecidos en Japón.
Habrá seguramente consecuencias positivas en la búsqueda de energías realmente limpias a través de energéticos renovables, por cuanto las imágenes de Japón perdurarán durante años en una opinión pública que es particularmente desconfiada respecto al uso de la energía atómica como un medio inocuo, y a esta altura todo indica que habrá un encarecimiento de aquel tipo de alternativas al mismo tiempo que se devaluará el interés por el uso de la energía nuclear.
Pero allá, como acá, el problema de fondo es cómo generar energía en cantidad suficiente, a costos competitivos y provocando el menor daño ecológico posible. Y al respecto, no hay una solución definitiva. Es obvio que de existir una alternativa práctica, los japoneses jamás habrían tomado estos riesgos.
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