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Paysandú, Viernes 15 de Abril de 2011

CARLOS FIGUEROA La virtud de mantenerse siempre en actividad

Locales | 08 Abr Carlos Figueroa (78) es oriundo de Sánchez, departamento de Río Negro. En febrero de 1951, con 20 años, se radicó en zona de Queguayar. Junto a su familia paterna siempre se dedicó a la agricultura y asegura que su oficio es el trabajo en el campo. Según relata, trabajó hasta el año 1965 en el campo de Rombys y por ese entonces compró una porción de tierra más cercana a Ruta 3, donde vive actualmente junto a su esposa.
“En este lugar se dictaron clases un año después de comenzar a funcionar la escuela, ya que originalmente el centro educativo funcionaba en un galpón de la cooperativa Queguayar, al otro lado de la ruta. Por dos años la escuela funcionó en esta casa y después se inauguró en un nuevo local”.
Casado con Julia Trinidad, Figueroa tiene seis hijos, pero solo uno vive en la zona, en el complejo Mevir. Recordó tiempos en que la actividad en la cooperativa Queguayar era realmente intensa.
“La cooperativa tuvo una gran incidencia. Compraba cereales, lana e insumos, además de comestibles de primera necesidad, y vendía alambres, madera y semillas para los productores de la zona. Recuerdo que se generaba mucho movimiento. Fue un lugar que concentraba a los agricultores de estos campos”. En cuanto las características de la zona, Figueroa sostuvo que en aquel entonces “había poca gente”, en tanto “la mayor parte de esos vecinos tenía campos y propiedades, pero con el paso de los años la gente se empezó a ir. Fueron vendiendo los campos y se marcharon a buscar otras oportunidades”, agregó. Queguayar es el resultado de la unión de algunos habitantes de Queguay, Araújo y del complejo de viviendas de Mevir, que resultó una gran solución fundamentalmente para los jóvenes con sueños de techo propio.
“Se solicitó la construcción de un grupo de viviendas para este lugar. Había que atender a los jóvenes que tenían sus trabajos en las chacras de la zona y como puesteros en las estancias vecinas. Era gente trabajadora; algunos se desempeñaban en tambos cercanos y también en algunos campos que se dedicaban a la agricultura. Por suerte pudimos concretar el sueño”, añade.
En cuanto al trabajo de la cooperativa, relata que “poco a poco empezó a disminuir su actividad comercial, porque las ventas ya no resultaban. La gente ya no compraba y básicamente la que se surtía en ese lugar lo dejó de hacer. Además muchos se fueron y todo ello conspiró contra el futuro de la cooperativa, que estaba conformada por unos veinte agricultores de la zona”. Asimismo, recuerda que el período de mayor actividad fue la década del 60, en tanto lamenta que muchos de los pobladores de su época ya murieron.
“La mayoría se han muerto; los que quedan son de sesenta y algo, pero no más viejos. Vamos quedando poquitos por estos pagos. Veteranos que seguimos al firme somos únicamente dos: Roque Sosa --que vive entrando por el camino hacia Araújo-- y yo”.
Asegura que a su edad no puede quedarse quieto, así que junto a su esposa trabaja en la quinta, y cría gallinas y algunas ovejas. “Además siembro maíz, boniato, zapallo y zanahoria. De todo un poquito, como para el consumo nuestro. Así la vamos llevando. La verdad es que somos muy felices con lo nuestro en este lugar”, finalizó.


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