Paysandú, Jueves 21 de Abril de 2011
Opinion | 16 Abr Durante la visita que realiza en estas horas a nuestro país el escritor peruano Mario Vargas Llosa, ganador del último Premio Nobel de Literatura, formuló una serie de reflexiones enmarcadas en su modo frontal de decir lo que piensa y su análisis descarnado de la realidad, sin dogmatismos. Este proceder le ha valido ser objeto del maltrato de autoridades y directivos intolerantes de varios países, como es el caso de entidades de probada ideología izquierdista del vecino país e incluso del Uruguay, que cuestionan el hecho que se lo haya recibido con la distinción de ciudadano ilustre de Montevideo.
Pero el aspecto que queremos destacar hoy son las reflexiones del laureado escritor respecto a las formas de comunicación del mundo moderno, principalmente de las tan difundidas redes sociales informáticas, en las que participa sobre todo una franja etaria joven y de personas de mediana edad, como común denominador.
Vargas Llosa consideró que la revolución audiovisual ha reducido los mecanismos de censura en el mundo pero también provocado un “empobrecimiento atroz del lenguaje”. En conferencia de prensa en la Universidad Católica dijo que la gran revolución audiovisual actual “ha sido importantísima en lo que se refiere a las comunicaciones, porque ha desarrollado las comunicaciones de una manera que prácticamente hace imposible que se establezcan los sistemas de censura que se establecían antaño con gran facilidad”.
No obstante, consideró que “es una de las manifestaciones de la manera como se ha banalizado la cultura, las manifestaciones artísticas, creativas. Yo decía que las pantallas habían resucitado el arte de la correspondencia que estaba casi extinguido y cuando uno ve la manera como se comunican a través de las pantallas las generaciones jóvenes, a veces se queda un poco horrorizado por el empobrecimiento atroz del lenguaje (…), como si la pantalla garantizara una cierta impunidad a la hora de pensar y de decir”.
Las reflexiones del escritor son una realidad irrefutable, aunque naturalmente siempre hay excepciones, por cuanto parten de una serie de elementos coadyuvantes para que se genere esta forma de comunicación sin tener en cuenta los “detalles” que hacen al cuidado de la gramática y la ortografía, para sustituirla por un lenguaje de abreviaturas inventadas, de uso indiscriminado de vocales y consonantes para que den el mismo resultado en la lectura y en lo posible generen una comunicación más rápida y descuidada, a veces apenas inteligible.
Y este sería un aspecto menor si al fin de cuentas los protagonistas de esta forma de comunicación --difundida a lo ancho y largo del mundo, es cierto-- tuvieran como común denominador una sólida formación en la escritura y lectura del idioma, y al fin de cuentas se dieran una “licencia” académica en aras de ahorrar palabras y tiempo en el intercambio de mensajes.
Pero ocurre que estamos ante una formación muy limitada en nuestras escuelas y liceos en matemáticas, literatura, en ciencias sociales, por mencionar solo algunas materias. Ya desde temprana edad nuestros niños y jóvenes se asoman a las redes sociales que hacen realidad su sueño de poder dejar de lado esos “detalles” gramaticales y ortográficos para escribir libremente, en un dialecto muchas veces solo entendible entre sus pares, que a su vez hablan tan mal como escriben. Así tenemos una degeneración del lenguaje que se va masificando y que forma parte de la cultura tan extendida del “vale todo” que nos va condicionando y condenando a la mediocridad.
Peor aún, se pierde de vista la base de sustentación del lenguaje, con sus reglas gramaticales y ortográficas, que es precisamente que un texto sea entendido por cualquiera que hable el mismo idioma y aún por personas de otros países con diferentes modismos, o entre generaciones incluso con el transcurrir de los años. Algo tan simple como ignorar las reglas en la escritura lleva a dobles interpretaciones, imprecisiones y hasta el extremo de que el texto sea incomprensible, muchas veces hasta por la misma persona que lo escribió cuando lo lee en otro contexto.
Y no estamos ante una postura tremendista ni mucho menos, desde que esta misma forma de comunicación se da en los mensajes por celular, también muy extendidos, como en el correo electrónico --ahora un poco rezagado respecto a la difusión de las redes sociales— y ello, como bien señala Vargas Llosa, masifica la información y supera las censuras, pero a la vez corroe el idioma, lo contamina y deforma, sin que ello realmente importe para muchos de quienes así se comunican.
Estamos por lo tanto ante una contracultura que se va imponiendo y ocupando espacios a costa del déficit educativo que tiene el país –y la región-- en la formación de niños y jóvenes. Por lo tanto, la única respuesta posible es más y mejor educación, para por lo menos minimizar las consecuencias negativas de hábitos que hacen presa fácil en nuestros jóvenes.
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