Paysandú, Viernes 29 de Abril de 2011
Locales | 29 Abr Santa Kilda es una zona habitada en su mayoría por familias de colonos, entre los que se cuentan muy pocos de aquellos de la década del 50, especialmente alemanes y suecos.
La producción es sobre todo apícola, con plantaciones de maní y boniatos, además de existir pequeños tambos familiares y --como en otras partes del departamento-- con fuerte presencia de la forestación.
Regresar a esta zona nos valió encontrarnos con lugares de referencia tales como la escuela, el viejo edificio del club de fútbol --que ya no existe--, la chacra de don Ventura Rivero, el plantador de maní, y un paisaje suavemente ondulado. Al llegar al establecimiento escolar nos encontramos que hay nueva maestra: Mirta González. Ya la conocíamos de otro establecimiento por la zona de Puntas de Arroyo Negro.
El encuentro permitió conocer un poco más sobre una comunidad que siempre tiene algo que contar. En tal sentido, González afirmó haberse llevado “una sorpresa”.
“Nosotros trabajamos en base a lo que llamamos memoria escolar. O sea, queda una memoria documentada de cada año con respecto al docente que estuvo en esa escuela, aunque ello depende de la permanencia que el docente haya tenido en el establecimiento”.
“En realidad yo no he salido a recorrer, porque hay edificios o casas que apenas se ven. Una chacra al frente de la escuela y lo que antiguamente era un club de fútbol. Después está la casa de la auxiliar de servicios y más allá la de otra vecina. De ahí en más y sobre una superficie de cuatro kilómetros no encontrás a nadie más”, resaltó la maestra.
“Después todo lo que se observa desde el camino son chacras o haciendas de productores. Pero estamos hablando de pequeños emprendimientos; no se trata de grandes producciones. Varios de esos terrenos son del Instituto Nacional de Colonización. Es más, el edificio donde funcionaba hace mucho tiempo un club deportivo y el propio establecimiento escolar son construcciones de referencia en un lugar que es ciertamente desolado, porque es campo puro”.
A la Escuela 70 de Santa Kilda concurren 12 niños. El año pasado eran 13, pero uno de los niños era el hijo de la maestra que estaba anteriormente a cargo del local.
Consultada sobre el nivel socioeconómico de los pobladores de la zona, González dijo que “para mí fue una sorpresa, porque antes de llegar aquí pensaba que el nivel era muy bajo. Pero, realmente me sorprendió. Basta con solo ver al niño. Es ahí donde uno se da cuenta de dónde viene. Cómo vienen arreglados, los útiles que poseen y las palabras que manejan, cómo se expresan y los términos que emplean".
"Escucharlos provoca placer, porque no parece que fueran del ámbito rural”, agregó.
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