Paysandú, Lunes 02 de Mayo de 2011
Opinion | 27 Abr América Latina, mirándose en el espejo de la Unión Europea, ha intentado e intenta la unificación, especialmente económica, para hacer frente a los crecientes desafíos que propone la globalización, los bloques de países como el europeo, la incidencia mundial de Estados Unidos y de las potencias emergentes, China e India.
No obstante, debe decirse que se está lejos aún de alcanzar esos propósitos. Por el contrario, las iniciativas de integración que han surgido han sido regionales, más allá del ALCA (del cual participa también Estados Unidos).
La trayectoria de América Latina en las dos últimas décadas es un libro abierto sobre las dificultades de procesos relativamente exitosos que terminan empantanados --la Comunidad Andina de Naciones-- o que, luego de vivir sucesivas situaciones de crisis y retrocesos --tal el caso del Mercosur--, tienen serios problemas para alcanzar su principal objetivo de origen, esto es, la integración económica y social de los países miembros.
No obstante, es claro que el proceso de regionalización tiene muchas caras y que está vivo. Múltiples actores estatales y privados contribuyen día a día a darle fluidez. Poco a poco se avanza en la vinculación física, las relaciones entre las fuerzas armadas de muchos países alcanzan niveles de cooperación inéditos, las sociedades encuentran formas más intensas de contacto a través de las fronteras y aumenta, por consiguiente, el espacio de los intereses comunes. También crecen, aún con mala integración y hasta sin ella, el comercio y las inversiones entre los países, especialmente entre los más cercanos, mostrando la importancia de las fronteras compartidas en la densidad de las relaciones económicas.
Pero lo que en realidad falta es la unificación real del subcontinente americano, convocando a todos los que estamos unidos por idiomas de raíz latina. Los países de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) --establecida en 2001-- tienen mucho en común y aparecen a primera vista como lo más cercano a un bloque en América Latina y el Caribe, aunque claramente está dominado por el aspecto político de algunos miembros.
Pero a nivel general, aparece aún poco probable una integración al estilo de la Unión Europea. Aunque, de todas formas, mucho más modestas en sus formas, alcances y aspiraciones, estas fuerzas de unificación regional seguirán su marcha ascendente. Seguramente no atravesarán por igual a toda la región, pero sí harán más fuertes las relaciones entre algunos países o dentro de subregiones.
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