Paysandú, Miércoles 04 de Mayo de 2011
Opinion | 27 Abr “Emprender es una forma de estar en la vida, es una actitud”, indicó a la revista Quinto Día de EL TELEGRAFO el contador João Gonçalves, de la municipalidad portuguesa de São João da Madeira, a propósito de los alcances del proyecto Melgodepro del Programa Urb-al III de la Comisión Europea, que pretende favorecer la cohesión social en cuatro municipios de América Latina, uno de los cuales Paysandú.
La esencia de esta iniciativa es sensibilizar y asesorar a los profesores para fomentar la actitud emprendedora de sus alumnos, desde que como bien manifiesta Gonçalves, para contar con más empresas e innovación debe promoverse esta cultura ya desde la niñez, y sobre todo actualizarla de cara al mundo moderno, donde ha quedado atrás el concepto de comarca para dar paso a la globalización y generar oportunidades, que pueden estar donde menos se espera.
Evaluó Gonçalves que la idea es “desarrollar jóvenes creativos, capaces de trabajar en equipo, tener liderazgo, asumir riesgos, desarrollar su capacidad de establecer metas y objetivos y alcanzarlos”, lo que es muy cierto. Esta enumeración parcial pone de relieve que estos elementos no son el común denominador ni nada que se parezca en una cultura uruguaya que no se caracteriza por promover este espíritu, y por el contrario, existe una marcada manifestación conservadora.
Por supuesto, emprender requiere asumir riesgos, que puede ser una cosa natural para alguien que no tiene nada que perder y por ende todo para ganar, pero la cosa cambia cuando se trata de una empresa ya en marcha y se encuentra ante el desafío de invertir, innovar y reconvertirse, cuando resultaría más cómodo seguir haciendo lo mismo por décadas.
Lo evalúa muy bien Gonçalves, cuando sostiene que “he visto que también hay quienes piensan que si su negocio ha funcionado bien de determinada manera los últimos veinte años, seguirá así por otros veinte. Eso no existe más. Lo que hoy está bien mañana puede acabarse y cuando las cosas cambien habrá que salir a pelear por los clientes y es mejor que se acostumbren a hacerlo. Se necesita cambiar de mentalidad”.
Claro que es fácil decirlo, pero el campo igualmente no es todo orégano por más actitud emprendedora que se tenga, porque las mejores ideas pueden quedar huérfanas si no se logra conseguir financiación, generar una red de contactos y contar con espacio físico donde instalarse, que son pruebas de fuego para quien intenta iniciar cualquier acometimiento y este es un aspecto que puede ser cubierto por las denominadas incubadoras de empresas --donde ellas existen--, con el objetivo de ofrecer capacitación y oportunidades a nuevos emprendedores para que puedan administrar y potenciar su empresa.
Por cierto que la inversión en generar emprendedores es una apuesta que vale la pena, porque sobre esta base se han realizado emprendimientos revulsivos y constituye la savia del desarrollo de toda nación, sobre todo para aquellas que no cuentan con vastos recursos naturales pero han sabido superar estas carencias con el conocimiento, la tecnología y esta actitud que es la antítesis de la resignación y la mediocridad.
En este contexto debe evaluarse por ejemplo la idea del ministro de Economía chileno, Juan Andrés Fontaine, quien trata de generar una especie de “Chilecon Valley” para convertir Chile en un polo de innovación y emprendimientos a nivel regional.
Con este fin ha puesto en marcha el plan piloto Start Chile, que pretende que unos mil emprendedores de otros países se radiquen en los próximos cuatro años para desarrollar sus negocios utilizando a la nación trasandina como una plataforma.
Cada emprendedor recibirá así 40.000 dólares para cada proyecto, que deben ser gastados en seis meses y una visa de un año para el emprendedor, porque se considera que estos acometimientos tendrán efecto multiplicador que redundará en la creación de nuevos empleos y generación de riqueza.
Y este tipo de acciones catalizadoras, como muchas otras posibles, incluyendo el Melgodepro, cada uno con sus alcances y limitaciones, sirven para Chile, para Uruguay y para cualquier país cuyos gobernantes y tramado socioeconómico asuman que la iniciativa privada es el motor de la economía y el desarrollo, por su dinámica, la búsqueda de la eficiencia y la productividad, que son a la vez premisas para la subsistencia de la empresa en un mercado global, apostando al crecimiento, a la generación de riqueza y al reciclaje de recursos genuinos dentro de la economía.
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