Opinion | 07 May Con los primeros fríos y en una carrera loca ante la velocidad con que se ha desatado, las hojas secas han inundado las calles de Paysandú, y con ello ya es notoria la mala costumbre de no pocos vecinos de hacer oídos sordos a las recomendaciones y exhortaciones a embolsarlas o amontonarlas a la espera de que pase el recolector, haciendo en cambio quemas masivas.
Lamentablemente, ya se advierten frecuentes humaredas en prácticamente todos los barrios de la ciudad, lo que significa no solo una contravención, sino una molestia para los demás vecinos y una afectación del medio ambiente, cuando a la vez la Intendencia ha lanzado desde ayer un operativo masivo de recolección de estos elementos.
A la tarea que realiza personal municipal se agregarán desde el lunes efectivos del Batallón “General Leandro Gómez” de Infantería Mecanizado Nº 8, desde que en esta tarea importa en gran medida el poder encararlo en forma masiva, por cuanto el desprendimiento de la hoja se manifiesta de un momento a otro y exige una respuesta a tono con la velocidad manifiesta con que se inicia la caída. El problema es que a la vez este proceso se va dando durante varios días, lo que provoca que al poco tiempo la calle y veredas queden nuevamente cubiertas por este desecho natural y se deban encarar sucesivas instancias especiales de recolección.
Por lo tanto, en lugar de la quema indiscriminada, como suelen hacer vecinos desaprensivos, es preciso contar con la colaboración del ciudadano en cuanto a la preservación de los espacios públicos, barriendo las hojas de las veredas hacia la calle y en lo posible embolsándolas a la espera de que pasen los equipos de recolección.
No es mucho pedir, sino que incluso debería tratarse de una respuesta inherente a un mínimo de responsabilidad y sentido común para hacer una ciudad limpia entre todos, haciendo que cada vez seamos más los que juntamos y menos los que desparraman, parafraseando la sentencia bíblica.