Paysandú, Sábado 14 de Mayo de 2011
Opinion | 10 May Argentina y Uruguay, rivales en numerosas cuestiones que van desde la paternidad del dulce de leche hasta las relaciones político diplomáticas, llevadas al extremo del reclamo internacional como fue la dilucidación en estrados judiciales de La Haya del conflicto por la instalación de la planta de celulosa de Botnia (hoy UPM) en Fray Bentos, han podido sin embargo aunarse para autopostularse como sede del Campeonato Mundial de Fútbol de 2030.
La iniciativa recibió este lunes el apoyo de la IX Asamblea de los consejos Americano y Sudamericano del Deporte, celebrada en Rio de Janeiro. De esta manera, las máximas autoridades del deporte de los países miembros de los consejos Americano y Sudamericano del Deporte coincidieron en respaldar la candidatura conjunta de Argentina y Uruguay para obtener la sede del Campeonato Mundial de fútbol para el año 2030.
Este es un nuevo paso para la promoción de la candidatura conjunta para el Mundial 2030, en ocasión de conmemorarse el centenario de la primera Copa jugada en Montevideo, en la que Uruguay se coronó campeón luego de derrotar en la final a Argentina por 4 a 2. Los dos países ya habían creado en diciembre de 2009 una Comisión Binacional para empezar a trabajar en la candidatura.
Por otra parte, el hecho de que Argentina organice la próxima Copa América (del 1º al 24 de julio) será trascendente para que tanto el anfitrión como nuestro país continúen las acciones de forma tal que el máximo evento a nivel de Selecciones de esta región sirva como impulso para que el mundo futbolístico conozca la intención de ambos países de recibir la Copa del Mundo a cien años de la primera.
Pretender organizar este importante evento en conjunto entre dos países es algo inédito por lo menos en el continente y, por otra parte, serviría para poner al Río de la Plata en la mira del mundo. Ser sede de un mundial conlleva una serie de posibilidades para los países y también un trabajo enorme, así como la asignación de recursos destinados a contar con las infraestructuras necesarias para atender el movimiento que genera un Mundial.
Puede parecer extraño que países que estuvieron hasta hace poco más de un año enfrentados en un litigio internacional puedan llegar a tal grado de compromiso como una candidatura conjunta con miras a un torneo de esta magnitud. Sin embargo, es real y también evidencia que las heridas entre los hermanos rioplantenses están cerrando y que ambos países, sus gobernantes y su gente, son capaces de emprender proyectos conjuntos que, como éste, representan un gol a futuro.
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