Paysandú, Domingo 29 de Mayo de 2011
Opinion | 24 May Hace algún tiempo, los altos índices de infestación del mosquito trasmisor del dengue, así como la existencia de algunos casos de dengue importado, pusieron en alerta al sistema de salud --en nuestro departamento, como en otros, tanto Salud Pública como la mutualista prepararon salas especiales por si empezaban a surgir enfermos-- y cundió alarma entre la población, cuya primera reacción fue comprar cuanto repelente quedaba en stock en farmacias y almacenes.
En un caso similar, la irrupción de la Gripe A H1N1 durante el invierno de 2009, también alarmó a la ciudadanía y aunque los casos fatales fueron pocos y, en general, vinculados a otras afecciones, la gente compró tapabocas, dejó de ir a lugares de concentración de público y tomó otras precauciones como el uso de alcohol en gel para la desinfección de manos.
En forma paralela a estos hechos, ha venido desarrollándose otra epidemia que ni es silenciosa ni desconocida, pero ante la cual no reaccionamos de la misma manera: los accidentes de tránsito.
Ocho personas fallecieron en nuestro país en distintos accidentes de tránsito el pasado fin de semana, uno de ellos en Paysandú. Las noticias de estos hechos han sido divulgadas por distintos medios de comunicación locales y nacionales, por lo que cabe suponer que todos estamos enterados.
Sin embargo, en la ruta siguen constatándose las mismas imprudencias de siempre y, tanto allí como en la ciudad, medidas de seguridad básicas como el uso del casco en motociclistas y del cinturón de seguridad por los automovilistas, no son adoptadas aunque está comprobada su eficiencia.
Indudablemente, han muerto muchísimos más uruguayos en accidentes de tránsito que a causa del dengue o la Gripe A H1N1. Sin embargo, no parece importarnos.
Parecería entonces que todas las campañas de información y prevención son inútiles, y sin embargo deben seguir realizándose porque son necesarias para formar conciencia. La fiscalización del tránsito también juega su papel, pero al no habría recursos suficientes para hacerlo adecuadamente y, a toda hora y en cualquier lugar, pueden verse motociclistas sin casco. Independientemente de esto, cabe un llamado a la reflexión, porque el tránsito no mejorará hasta que no ocurra un cambio de actitud de los conductores.
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