Paysandú, Viernes 03 de Junio de 2011
Opinion | 27 May La bonanza que beneficia a Uruguay como consecuencia del viento de cola en el escenario internacional nos dio la oportunidad de contar con suficiente margen como para encarar reformas estructurales pendientes desde hace muchos años, al tiempo que como hemos señalado en más de una oportunidad desde nuestras páginas, también sería posible generar un colchón de recursos, mediante prudencia en el gasto, para hacer frente a eventuales avatares cuando cambie la situación, teniendo en cuenta los vaivenes económicos.
Pero han pasado ya más de cinco años y en cambio se ha actuado en forma procíclica, es decir que se ha aumentado el gasto aún en mayor medida que lo que han crecido los ingresos, lo que implica serio riesgo si al mismo tiempo no se han creado condiciones para dar sustentabilidad a la mejora económica.
Este razonamiento no parece difícil de digerir, sino que es intrínsico a toda economía, incluso la hogareña, por lo que no puede compartirse que hasta ahora el gobierno, tanto como el de la Administración Vázquez, no haya aprovechado este escenario favorable para actuar con sentido de previsión, en lugar de apostar todas las fichas al presente sin tener en cuenta que el futuro está a la vuelta de la esquina, y que no ofrece certezas.
Tenemos así que en las últimas horas se han conocido correcciones al alza de las proyecciones oficiales para 2011 de déficit fiscal a 1,6% del PBI (Producto Bruto Interno) y de crecimiento a 6,5%, lo que es considerado realista por los analistas, quienes critican que aún así en la actual bonanza las cuentas públicas sigan deteriorándose.
“Hay notoriamente una contradicción en que aumente el crecimiento y crezca el déficit. Si sube más el Producto, más sube la recaudación de impuestos, entonces en condiciones normales debería bajar el déficit. Si va a subir en lugar de bajar, se confirma que la política fiscal está siendo más expansiva de lo que ya era”, dijo a El País el economista Javier de Haedo. En lenguaje claro, el gasto del Estado aumenta mucho más que lo que crece la economía.
El economista considera que con la actual coyuntura de expansión económica a niveles por encima de los históricos del país, el resultado fiscal “debería ser superavitario entre 1% y 2%” del Producto Bruto Interno (PBI)”, en tanto con matices, opiniones similares vertieron otros expertos consultados por el mismo diario.
El ministro de Economía, Fernando Lorenzo, planteó en el Consejo de Ministros que las estimaciones de una expansión de la economía de 4,5% y de un resultado fiscal deficitario de 1,1% del PBI fueron revisadas al alza a 6,5% y 1,6% respectivamente. Explicó que el déficit será mayor debido por un lado al descenso del superávit de las empresas públicas (que absorbieron el impacto de la sequía y del alza en el precio del petróleo), y por otro el ingreso al Fonasa de una importante cantidad de jubilados.
Incluso dijo que para absorber ese incremento la próxima Rendición de Cuentas será “austera”, lo que es compartible, tras haberse “inflado” el presupuesto quinquenal, pero a la vez planteando que este incremento del gasto se hace con costos fijos, sobre una expansión coyuntural de la recaudación, es decir una soga alrededor del cuello que se puede tensar en cualquier momento.
El director de Vixion Consultores, Aldo Lema, por su lado, sostuvo que “no hay dudas de que Uruguay debería tener un superávit fiscal de entre 2 y 3%. Es cierto que hay un efecto en materia fiscal derivado del rezago en ajustes de tarifas públicas, pero paralelamente hay efectos mucho más potentes por el lado de recaudación extra normal”, asociada al alto crecimiento del Producto, al uso más intenso de los recursos (por el desempleo en mínimos históricos) y las bajas tasas de interés que paga Uruguay para fondearse. Sostuvo que si se normalizaran esos factores extraordinarios, “Uruguay tendría una posición deficitaria mucho más cercana al 4% o 5% del Producto”, es decir que si no estamos mucho peor es solo por la suerte de tener todo a favor.
Lema consideró que “hubiera sido mejor, más eficiente y menos riesgoso actuar de forma conservadora con la Ley de Presupuesto”. No obstante, dijo que “no es tarde para rectificar eso” y que todavía el gobierno puede proponerse alcanzar superávit fiscal en 2012 y 2013 y así reducir los niveles de deuda pública. Según el experto, eso le permitiría al país enfrentar algún eventual escenario adverso de la economía global en los años siguientes “con una posición más robusta”.
El socio de la consultora Deloitte, Pablo Rosselli, a su vez, sostuvo que “está claro que la economía se encuentra en fase expansiva del ciclo económico y esa fase vino acompañada en los últimos años de menores resultados fiscales. Eso es un indicador claro, a nuestro juicio, de que la política fiscal ha sido procíclica”.
Este razonamiento rompe los ojos, salvo para los responsables del equipo económico y el Poder Ejecutivo, que siguen insistiendo con afectar recursos del Estado en base a un escenario que puede revertirse en el momento menos pensado, sin haber salvado un peso para hacer frente a la época de las vacas flacas, y por lo tanto expuestos y vulnerables, cuanto estaba todo dado para que las cosas se dieran a nuestro favor, en lugar de seguir caminando por la cornisa.
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