Paysandú, Viernes 03 de Junio de 2011
Rurales | 01 Jun Unos 600 agricultores familiares abandonaron la producción agrícola en el litoral oeste entre los años 2000 y 2009 debido a la expansión de cultivos de soja, según un libro presentado en Montevideo. Con el título “Radiografía al agronegocio sojero en Uruguay” y con datos actualizados a 2010, profundiza en otros aspectos, como el escaso aporte tributario de los denominados “pools de soja”, escasa generación de empleo e impactos socioambientales.
La publicación, de Redes Amigos de la Tierra Uruguay y el Programa Uruguay Sustentable y realizada por los ingenieros agrónomos Gabriel Oyhantçabal e Ignacio Narbondo, se presentó en el Café La Diaria de Montevideo, con comentarios del director del Instituto Cuesta Duarte del PIT-CNT, Milton Castellanos, el prorrector de Extensión de la Universidad de la República, Humberto Tomassino, y un representante de la Comisión Nacional de Fomento Rural.
La superficie del cultivo de soja en Uruguay ha crecido exponencialmente y alcanzó el millón de hectáreas en la zafra 2010-2011. El arribo de los pools de siembra, empresas de origen argentino que llegaron por su propia expansión y por las facilidades tributarias que proporcionó Uruguay, ha acelerado el proceso de concentración de la tierra y de la producción.
“Radiografía del agronegocio sojero” destaca que estos “nuevos agricultores” pasaron de no existir a representar el 12% de los productores y a controlar el 57% de la superficie de cultivos agrícolas y que han sido varios los impactos socioambientales negativos de este desarrollo sojero.
El primero de los destacados por Oyhantçabal y Narbondo es su escaso aporte tributario. Según estimaciones del ingeniero agrónomo Adrián Tambler (2011), el sector agropecuario aportó 228 millones de dólares al fisco en 2010, lo que representa del 6 al 7% del PBI Agropecuario. Para tener como referencia, el conjunto de la economía (incluidos los consumidores) aporta por la vía de impuestos el 30,4 por ciento del PBI nacional.
“Otro de los puntos preocupantes es la acentuación de la tendencia a la expulsión de los productores familiares, y la sustitución de otros rubros productivos. En el litoral oeste -y siempre según cifras oficiales citadas por Oyhantçabal y Narbondo-, de 2000 a 2009 abandonaron la producción agrícola casi 600 agricultores familiares. El deterioro físico y químico de los suelos, así como la escasa generación de empleo, por el alto nivel de tecnificación del agronegocio sojero” son otros impactos ambientales y sociales subrayados en el texto.
Sociedades Anónimas: 1,7 MILLONES DE HECTÁREAS
El nuevo libro es una actualización del texto de idéntico nombre lanzado por Redes – AT y el Programa Uruguay Sustentable en setiembre de 2009 (también escrito por Oyhantçabal y Narbondo). Incluye datos del complejo sojero en el país actualizados a 2010 y un capítulo especial titulado “La ofensiva por la tierra” en el que resalta que la expansión de la soja ha contribuido a profundizar el proceso de concentración y extranjerización de la tierra en Uruguay, con una participación fundamental de los pools de siembra del sector. Los agricultores con más de 1.000 hectáreas han pasado de controlar una escasa proporción de la superficie de chacra en 2000/01 a tener casi el 75 por ciento en 2009/10, según los datos oficiales.
En este sentido, sostiene que 1,7 millones de hectáreas pasaron a manos de sociedades anónimas de 2000 a 2007 (DIEA, 2008), por regla general empresas extranjeras, a la vez que esa misma superficie dejó de estar en manos de uruguayos.
El avance del capital en la agricultura en Uruguay ha contribuido a valorizar crecientemente el recurso tierra en términos económicos, elevando su renta e incrementando notablemente la superficie vendida. Según estadísticas oficiales (DIEA, 2011), de 2000 a 2010 se comercializaron 6,4 millones de hectáreas, más del 33% del territorio nacional. El precio promedio de la tierra en operaciones de compraventa se ha quintuplicado: pasó de 450 dólares la hectárea en 2000 a 2.600 dólares en 2010.
El texto también analiza el correlato de este modelo, con las crecientes dificultades de la agricultura familiar para incrementar su escala, el achique de nuestros pequeños productores y el arrendamiento o venta de sus tierras, lo que acentúa el proceso de abandono del medio rural.
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