Opinion | 04 Jun Esta vez con el argumento de que los megaoperativos de saturación que se están llevando adelante por la Policía capitalina en barrios problemáticos son una violación de los derechos humanos, un grupo de no más de doscientas cincuenta personas protagonizó serios incidentes en el centro de Montevideo, en violentos choques con los efectivos policiales, que sin embargo no dieron lugar a detenidos.
Entre los convocantes de la marcha se encontraba el denominado Plenaria Memoria y Justicia, integrado por militantes radicales de izquierda que participan en cuanta manifestación en pro de determinados “derechos humanos” se convoca, junto a otras organizaciones sociales que no son tales, desde que su vocación es la protesta y no la construcción social.
Por cierto ya el hecho de manifestar con rostros y cabezas tapadas con máscaras, gorras y pañuelos dan la tónica de que no solo no querían ser identificados y responsabilizados por sus acciones, sino que además estaban dispuestos a llegar a la violencia, como arrojar cócteles Molotov contra comercios y los agentes del orden, blanco directo de sus reproches.
Lo que llama la atención –bueno, no tanto- es que tras los incidentes frente al Ministerio del Interior, pretendan transferir la responsabilidad a quienes reprimen, señalando que actuaron contra mujeres y niños, cuando lo delirante es poner por delante a modo de escudo a niños en una manifestación callejera con enmascarados y portando garrotes y elementos como cócteles Molotov.
No debe perderse de vista que se estaba reclamando contra los operativos de saturación, que se realizan en barrios donde se esconden delincuentes, con el argumento de que se viola sus derechos humanos, cuando son los propios vecinos de esas zonas azotadas por la delincuencia los que se manifiestan una y otra vez agradecidos por la presencia policial, y más aún, solicitando que se no trate de operativos aislados sino que las fuerzas policiales se queden definitivamente en esos barrios.
No cuesta mucho inferir que estos grupúsculos están lejos del sentir de la sociedad, y que lo único que buscan en su lucha sesgada por “ciertos” derechos humanos es arrimar agua para su molino, con una metodología muy propia de décadas pasadas que tanto daño le hizo al país.