Paysandú, Lunes 06 de Junio de 2011
Opinion | 03 Jun Hace pocas horas Alemania se convirtió en el primer país de la Unión Europea que ha decidido descartar la energía atómica para generar electricidad tras la catástrofe de Fukushima, en Japón, cuando la canciller Angela Merkel anunció el cierre de sus centrales nucleares para 2022 y asegurar que el apagón nuclear no solo es posible, sino necesario para garantizar una electricidad segura y fiable para el país.
Evidentemente el mapa energético mundial y sobre todo la tendencia hacia el futuro próximo ha tenido un cambio radical a partir de la catástrofe de la central tras el sismo y maremoto en Japón, desde que las vulnerabilidades puestas de manifiesto por este fenómeno ha marcado a fuego el perfil futuro de las políticas energéticas en la mayoría de los países, y será muy difícil en los próximos años sustraerse al estigma de esta catástrofe.
Merkel dijo que espera que la producción de más energía solar, eólica e hidroeléctrica sea un ejemplo para otras naciones. Alemania ya había dado un paso en esta dirección en marzo pasado, cuando aprobó la clausura temporal de las ocho plantas más antiguas del país, en una decisión que fue recibida con escepticismo por los ciudadanos alemanes y calificada como de tono electoralista, teniendo en cuenta que fue manifestada pocos días antes de elecciones locales tras haber sufrido un revés inmediatamente después de los hechos de Fukushima.
Precisamente todo indica que más allá de una evaluación técnico-política para esta decisión, ha pesado sobre el gobierno germano una creciente presión social en contra de la instalación de las centrales nucleares, pero en esta ocasión los gobernantes teutones han subrayado que la decisión se basa en el análisis de la llamada “comisión ética”, un equipo de expertos convocado por el gobierno para estudiar el futuro del país sin energía atómica e incluye no solo el cierre definitivo de estas ocho centrales sino de la mayoría de los 17 reactores del país para 2021.
Pero como siempre sucede, una cosa es tener las mejores intenciones para la reconversión a energías renovables y otra es estar en condiciones de hacerlo en determinado período, y sobre todo liderar una tendencia que debería ser por lo menos de consenso europeo, para que tenga alguna incidencia realmente significativa. El punto es que hay países de esa región que ya han manifestado abiertamente su renuencia a seguir ese camino.
Por lo demás, teniendo en cuenta que las centrales nucleares proporcionan gran parte de la electricidad que consume Alemania, y a precio relativamente bajo respecto a otras opciones, ya las industrias han advertido que el efecto inmediato de esta medida debería ser un incremento en el precio de la electricidad y oscilaciones en las redes. Por otra parte, Alemania es un gran productor de energía eléctrica en base a carbón mineral, que a su vez devora a escala astronómica para abastecer las plantas y que también es un gran contaminante del medio ambiente.
Francia, por su lado, se encuentra en la margen opuesta y ha anunciado a través de sus máximas autoridades que proseguirá con sus planes de instalación y ampliación de centrales nucleares, que ya proporcionan el 75 por ciento de su energía, y en este contexto no sería extraño que en un futuro más o menos cercano, si bien los alemanes no tengan en su territorio centrales atómicas, sí deberían comprar electricidad a las naciones que sí las tienen y muy cerca de su frontera, ante una realidad muy compleja a la hora de encontrar sustitutos energéticos.
En la misma línea se encuentra el Reino Unido, que junto a Francia y Alemania es el mayor productor de la electricidad de origen nuclear, la que llega a 143 reactores en Europa, de los cuales 58 en Francia, 19 en el Reino Unido y 18 en Alemania.
El sólo hecho de que haya nada menos que 58 reactores nucleares en Francia indica que quiérase o no, la suerte medioambiental de Alemania como la de los demás países europeos está ligada a lo que ocurra con los reactores franceses, teniendo en cuenta la escasa distancia entre las fronteras en el continente europeo y la alta concentración de población.
Pero Alemania, como país desarrollado, ya está por aprobar una ley de energías renovables que promueve esta reconversión, para suministrar el 35 por ciento de la electricidad en la nación europea para 2022, y para ello se alentará a su industria a volcarse a la construcción de parques eólicos marinos, centrales a gas y biomasa, modernización de redes y construcciones de centrales de biomasa y solares, además de promover reformas en edificios para ahorrar energía.
Es un enorme desafío para los alemanes, por encima de la sospecha de fines electorales del gobierno que lo promueve, pero realmente si hay un país en el mundo que está en condiciones de cumplir con este ambicioso proyecto, ese es Alemania. Y en todos los casos, los avances que logre en materia tecnológica marcarán la pauta para que otros países sigan su camino y tomen nota de su viabilidad en base a cada realidad, aunque el futuro siempre puede dar sorpresas en cuanto a tecnologías y dar por el suelo con todas las previsiones, incluyendo la que ha hecho el gobierno de Merkel.
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