Paysandú, Lunes 06 de Junio de 2011
Opinion | 04 Jun La grave situación que atraviesa el sector citrícola afecta no solo al sector empresarial sino también a miles de familias que dependen de su actividad en los departamentos de Salto y Paysandú, que son las áreas en las que están asentados los grandes emprendimientos productivos de nuestro país.
Lamentablemente, el negocio citrícola está atravesando por uno de los peores momentos históricos, como consecuencia de la conjunción de factores internos y externos que conspiran contra la rentabilidad de las empresas.
En diálogo con EL TELEGRAFO, los empresarios sanduceros Guy Crouzet Deleón, de Forbel-Univeg y Martín Darricarrere, de Sandupay, analizaron aspectos de esta problemática, que por supuesto no involucra solo a las empresas del sector, sino que por su gravedad se transfieren al sistema productivo uruguayo y con proyección socioeconómica sustancial en el medio rural, desde que estos emprendimientos son verdaderos polos de desarrollo que generan fuentes de trabajo y actividad en el interior profundo.
Debe tenerse presente que existen unas 15.000 hectáreas de producción citrícola en la zona Norte, con una producción de cítricos que ocupa más de 13.000 personas. Los mercados internacionales de la fruta uruguaya son fundamentalmente Europa y Asia en menor medida, tratándose mayoritariamente de fruta fresca y un porcentaje muy menor de jugos en contenedores refrigerados que se embarcan hacia aquellos destinos.
Ahora, por encima de las estructuras empresariales diferentes entre ambos departamentos, el común denominador para los problemas deriva fundamentalmente de la relación costos-precios, y ello indica que hay una ecuación que ha ido cambiando con el paso de los años y que se ha acentuado sobre todo por la evolución de parámetros socioeconómicos internos.
Según los empresarios, lo que ha dificultado la colocación de nuestra producción es no tener precios internacionales competitivos y ello ha dejado a la fruta uruguaya casi sin clientes. No hace falta hilar muy fino –el ciudadano común lo ve todos los días— para asumir que la relación cambiaria, es decir una moneda uruguaya valorizada, incide sustancialmente en la ecuación, sumado al aumento de costos por el combustible, la energía eléctrica para riego, los insumos sanitarios, los salarios y hasta el cartón de los envases de exportación, además del aumento de los fletes internacionales en un 30 por ciento y aranceles más altos para ingresar a algunos países.
En suma, resulta cada vez más caro producir para nuestros empresarios –los salarios han aumentado en dólares, al igual que otros insumos— y a la hora de traducir los ingresos a pesos, cada vez se obtiene menos dinero por la misma producción, lo que ha ido erosionando sustancialmente la rentabilidad. Este no es un problema solo de los cítricos, por supuesto, sino que es un escenario que en mayor o menor medida se da en todos los sectores productivos, tanto de productos primarios como terminados o semiterminados, aunque hay sectores en que la mayor cotización coyuntural de los precios internacionales permite disimular los elevados costos que presenta nuestro país y que corroen la competitividad.
Desde el gobierno se aseguró que la posibilidad más accesible de una salida al problema sería la apertura del mercado estadounidense a nuestros cítricos, que por barreras no arancelarias están impedidos de ser exportados hacia ese mercado, y con el ingrediente de que desde hace más de veinte años se viene negociando con la nación norteamericana este ingreso, que es negado hasta ahora por razones sanitarias, de acuerdo a la argumentación del gobierno de Estados Unidos, el que es a la vez presionado por los citricultores de su país, naturalmente.
Los ministros de Ganadería, Agricultura y Pesca, de Economía y Finanzas y de Industria, Energía y Minería, dijeron a los citricultores que habrá apoyo oficial al sector, y que se buscan alternativas, pero a esta altura de los acontecimientos, con mercados problemáticos y falta de competitividad, mucho nos tememos que solo se estén manejando paliativos de ocasión y que siguen postergándose respuestas que necesitan los citricultores, como así también otros sectores productivos, y que refieren a los costos de producir, que no pueden corregirse de la noche a la mañana.
Y este aspecto no es menor, porque si a un productor le resulta más barato dejar sin arrancar la mitad de la mandarina para que se pudra en los montes --porque recolectarla significa perder más plata--, como ha ocurrido en esta zafra, convendremos en que hay graves problemas en el “país productivo”. Todo lo cual está mostrando una gran debilidad de la conducción económica actual del país, y es la rigidez de las empresas para adaptarse a situaciones adversas por motivos externos a ellas, que pone de manifiesto en pequeña escala lo que podría suceder a todo el sistema económico si por algún imprevisto se desinflan los precios internacionales de los commodities, que impulsan y sustentan el crecimiento de Uruguay desde hace más de cinco años.
Y para solucionarlo no basta con una devolución ocasional de impuestos, aunque sea una medida positiva de carácter coyuntural, sino que se necesitan acciones de carácter estructural, que pasan por reducir sustancialmente el gasto público que ha crecido alegremente, que paradójicamente genera déficit fiscal aún en época de bonanza, y que detrae recursos de los sectores productivos para perderlo en el mar de la burocracia y políticas de gasto improductivo.
EDICIONES ANTERIORES
A partir del 01/07/2008
Jun / 2011
Lu
Ma
Mi
Ju
Vi
Sa
Do
12
12
12
12
12
Diario El Telégrafo
18 de Julio 1027 | Paysandú | Uruguay
Teléfono: (598) 47223141 | correo@eltelegrafo.com