Paysandú, Miércoles 08 de Junio de 2011
Opinion | 02 Jun La celebración el martes, del Día Mundial sin Humo de Tabaco, coincidió con la difusión de un informe relacionado con estadísticas de consumo en nuestro país y desde el punto de vista sanitario, que indican un avance muy significativo a partir de la implementación de las normas que han restringido severamente los espacios para este hábito en nuestro país.
De acuerdo a esta encuesta los fumadores de entre 25 y 64 años pasaron de ser el 32 por ciento en 2006, a un 25 por ciento en 2009, lo que determina que hoy un 30,7 por ciento de hombres y un 19,8 por ciento de mujeres son fumadores.
En esta misma línea, es decir enmarcado en los objetivos que llevaron a la instrumentación de las normas antitabaco en el Uruguay, desde que se prohibió fumar en espacios públicos cerrados, en 2008, los ingresos hospitalarios por infartos cardíacos disminuyeron un 22 por ciento.
La reflexión que se nos ocurre es que aunque estos índices no resultaran tan positivos, e incluso si las mejoras en los porcentajes fueran mínimos, igualmente sería muy favorable el saldo de esta política, por cuanto los uruguayos hemos ganado en calidad de vida, tanto fumadores como ex fumadores y los que nunca fumaron, si se tiene presente que la figura del fumador pasivo prácticamente ha dejado de existir, al liberarse del contaminante humo de tabaco espacios en el trabajo y en toda dependencia cerrada, tanto públicas como privadas, pero sobre todo con marcado beneficio para los locales en que se expenden comidas, donde también el no fumador sufría las molestias de un ambiente viciado de humo.
Sin dudas que un factor que puede haber influido –siempre será difícil cuantificarlo— es el elevado precio de los cigarrillos para el ciudadano común, en lo que incide la carga impositiva, si se tiene presente que el 66 por ciento del precio al por menor de un paquete de 20 cigarrillos en Uruguay corresponde a los impuestos al tabaco, aunque siempre queda sin determinar cual es el consumo marginal que proviene del ingreso de tabaco de contrabando en todo el país, pero sobre todo en las zonas fronterizas.
Por lo demás, se percibe un cambio generalizado de actitud de la población respecto a este pernicioso hábito, desde que lo que hasta hace unos pocos años era consentido socialmente y hasta como una obligación para la inserción social de jóvenes, ha pasado a ser un componente indeseable en toda reunión, y el fumador un objeto de creciente cuestionamiento que en esta visión merece estar afuera, al frío y a la lluvia, para dar rienda suelta a su vicio.
Evidentemente corresponden evaluaciones desde varios puntos de vista a propósito de esta cruzada que desarrolla nuestro país contra el tabaquismo, pero evidentemente sobre todo existen elementos que han coadyuvado para que se mantenga en forma sostenida a lo largo de los años, y ello es consecuencia sobre todo del respaldo y la vigilancia social que ha generado esta iniciativa llevada delante en forma tesonera y valiente, con plausible convicción, por el ex presidente Tabaré Vázquez.
Ello no llamaría la atención si se hubiera implementado en países con otras culturas, donde prima un marcado respeto por las normas, pero sí es particularmente destacable en un país en el que lamentablemente se suele borrar con el codo lo que se escribe con la mano, y muchas leyes que se aprueban con bombos y platillos como la solución mágica luego no se cumplen y con el tiempo se van desdibujando en los hechos.
En este caso la gran mayoría de la población lo ha apoyado con un alto grado de conciencia, que sin embargo no se pone de manifiesto en la misma medida en otras áreas tanto o más importantes en beneficio de la salud y para la vida cotidiana, como es por ejemplo el tránsito, por lo que estamos realmente ante una respuesta psicosocial que rompe, felizmente para bien, con una cultura de prescindencia e ignorancia de las normas. Corresponde asimismo valorar, sostener y redoblar los esfuerzos por la concientización que con buen suceso se lleva adelante en escuelas y en menor grado en secundaria para ilustrar sobre los peligros del tabaquismo, a lo que deben agregarse acciones con similar objetivo en otras áreas, dirigidas sobre todo a sectores de jóvenes, que es la franja etaria donde está el origen desencadenante de las adicciones que luego llevan a las graves consecuencias por todos conocidas.
La vigilancia social, a cargo sobre todo de los no fumadores, que es la gran mayoría de la población, ha contribuido a que Uruguay sea situado como ejemplo en todo el mundo en la lucha contra esta adicción, con la adhesión unánime de autoridades y organizaciones no gubernamentales, por lo que no estamos solos en la cruzada contra una pandemia que ocasiona no menos de siete millones de muertes por año en el mundo, y problemas de salud y económicos imposibles de cuantificar.
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