Paysandú, Jueves 09 de Junio de 2011

La mala educación

Opinion | 09 Jun Ha sido convocada para el próximo 22 una cumbre de líderes políticos con el objetivo de llegar a principios de acuerdo para impulsar medidas en materia educativa. Según lo manifestado por el senador Jorge Larrañaga, el encuentro será llevado adelante por la fundación Wilson Ferreira Aldunate y contará entre otros con la presencia de Pablo Mieres, Ope Pasquet, Danilo Astori y el ministro de Educación y Cultura, Ricardo Ehrlich.
De acuerdo a lo señalado por el líder de Alianza Nacional la idea parte de la necesidad de “acordar y llevar a delante una política de Estado” en la materia, lo que es plausible, por supuesto, desde que Uruguay está en falta en este aspecto.
A esta altura de los acontecimientos, las expectativas respecto a que se logren acuerdos y sobre todo, materializarlos, es muy relativa, por más buenas intenciones que se vuelquen en este ámbito, por cuanto pese a que el tema ha ocupado la agenda gubernamental y generado reclamos de la oposición en todos estos años, los logros han ido mínimos y lo que es peor aún, se ha retrocedido.
Lamentablemente, en el Uruguay llevamos ya seis años de un proceso que supuestamente debería desembocar en una reforma educativa a través de la Ley de Educación, ya vigente, y que no ha servido absolutamente para nada, en tanto se han multiplicado los recursos que se vuelcan a la educación, para tener cada vez peores resultados.
De esta forma quedó en evidencia que los recursos no eran la solución para la educación, pese a que los gremios de la educación e incluso la fuerza de gobierno así lo entendían, de la misma forma en que tampoco lo es regalar computadoras a los niños sin tener un plan concreto de estudio.
La ley de Educación lo que ha hecho es transferir gran parte del poder a los gremios, sin cuyo apoyo no se puede mover un escritorio, y hasta ahora, lo que se ha hecho a través de su representación es defender sus intereses, sus salarios y sus condiciones de trabajo, pero sin poner el centro de los desvelos en la calidad de la educación, que es donde se centra el gran déficit.
Y pasan los años, pero continúa siendo un hecho invariable que uno de los grandes desafíos que se presenta al país, y que no puede ser solo cosa de un gobierno ni de dos, sino del presente y el futuro, es el de ofrecer una mejor educación y capacitación, a efectos de poner el conocimiento al alcance de las nuevas generaciones en apoyo al desarrollo y la mejora de la calidad de vida de la población.
Es que los países subdesarrollados como el Uruguay, a sus ventajas naturales hay que agregarles el capital humano indispensable para potenciar sus atractivos y recibir la inversión que haga la diferencia para el desarrollo. Y es impensable llegar a ello si no encaramos de una vez por todas una reforma de la educación en todos sus niveles, pero pensando en los jóvenes del mañana y en una capacitación competitiva con respecto a los países de la región y el mundo de hoy, en lugar de adaptar los programas a la mediocridad actual en nuestro país para salvar apariencias.
Urge evolucionar a una enseñanza técnica y universitaria a tono con los tiempos, libre de prejuicios ideológicos, incluyendo promover la participación de empresas para invertir en la formación del capital humano que requiere el país, con una palanca fundamental en un sistema universitario que fomente la combinación del conocimiento teórico con su aplicación práctica. Debe además potenciarse las escuelas técnicas e institutos de capacitación, a partir además de una profunda revisión de la esencia de los programas de enseñanza secundaria, donde el estudiante se pierde en un mar de generalidades y abstracciones a la que no encuentra aplicación práctica.
Pero por ahora, lo que surge del proceso que se ha llevado adelante es un aumento de la factura que pasa la educación a todos los hogares uruguayos a través de los impuestos, por su creciente presupuesto, solo para seguir decayendo y en el caso de Secundaria, expulsando tempranamente a los alumnos, con una alta deserción y los “faltazos” acostumbrados de docentes, además de un nivel de los egresados cada vez más pobre, lo que pone de relieve sin lugar a ninguna duda que tenemos un futuro inmediato cada vez más comprometido.


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